Para empezar, un homenaje a Juan de Mairena

 
En el aula, los alumnos se sientan en un orden que desafía la lógica de la excelencia, el culto moderno a la competitividad: los más torpes se sitúan en las primeras filas, y el maestro se dirige a ellos casi siempre. Son bachilleres que se enfrentan al reto de pensar en libertad y al bienhumorado escepticismo de un profesor que les previene de sus propias vacilaciones y arrepentimientos. Reconoce no ser el guía idóneo para los tiempos que corren, pues sus alumnos solo aprenderán de él a desconfiar de sí mismos.

En cierta ocasión, el señor Pérez (en clase todos se tratan de usted) tiene que salir a la pizarra y copiar la frase que le dicta el maestro: Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa. El ejercicio consiste en ponerla en lenguaje poético, y Pérez, tras meditarlo un instante, apunta: Lo que pasa en la calle. Juan de Mairena lo felicita. Otro alumno, Martínez, analiza en circunstancias parecidas una frase menos repolluda que la anterior, pero a la que aún le sobran elementos superfluos, capaces de tergiversar la verdad del enunciado: Las viejas espadas de tiempos gloriosos... El profesor pregunta a Martínez a qué tiempos cree él que se referirá el poeta. Y el avispado muchacho responde: A aquellos tiempos en que las espadas no eran viejas.

Mairena predica el amor al folklore, a la lengua y la cultura del pueblo, y no oculta su antipatía por la grandilocuencia barroca. Sus lecciones, sin embargo, no se limitan a la elegancia de estilo, al arte de bien hablar o, como dirían los programadores del sistema, a la eficacia comunicativa. No olvidemos que Mairena era profesor de Gimnasia en el instituto de una villa andaluza, y que fuera del programa oficial impartía, con carácter voluntario y gratuito, clases de Retórica. Si reparamos en su ideal de educación física, observaremos cierto paralelismo con su labor de sofista. Reniega, en efecto, del culto al deporte saludable y propone como objetivo fundamental el despertar en el niño el amor a la naturaleza, de modo que los futuros adultos sean capaces de escalar las montañas para disfrutar del paisaje o investigar el medio. Esto es: tener salud para ser más feliz cultivando el intelecto y el espíritu en contacto con la Naturaleza, como preconizaban los pedagogos de la Institución Libre de Enseñanaza. En cuanto al lenguaje, advierte que a muchos puede sorprender la variedad de temas ajenos a la elocuencia que se abordan en su clase de Retórica, como si fuera posible hablar bien teniendo el cerebro vacío o como si tuviera sentido enseñar competencias comunicativas a quien no tiene nada que comunicarse: Para decir bien hay que pensar bien, y para pensar bien conviene elegir temas muy esenciales, que logren por sí mismos captar nuestra atención, estimular nuestros esfuerzos, conmovernos, apasionarnos y hasta sorprendernos. Y más adelante se declara partidario de una Retórica de sofistas o catecúmenos del libre pensamiento.

En un aula sin tarima ni cátedra para el profesor, todos dialogan a la manera socrática; si bien, como sucede con harta frecuencia, no todos escuchan. Por ello, uno de los personajes más entrañables de la clase es el oyente, un tal Joaquín García, alumno especializado en la función de oír. No nos sorprende la admiración de Mairena: ¡Un hombre que escucha!... Todos mis respetos. La importancia del diálogo como método de aprendizaje se hace patente al acometer la lección que trata sobre la existencia de Dios. Mairena pide que se pongan en pie todos los que creen en Él, y el grupo entero se levanta. Para desconcierto de los alumnos, el profesor decide saltarse el tema.
-¿Y qué traemos para mañana?
-La lección 29: "De la posible inexistencia de Dios."
Al cabo, algo de lo que nadie duda, en lo que todos creen con fe inquebrantable, no es asunto que se preste al intercambio afable de pareceres o a la controversia. Y no confundamos la libertad para expresar lo que se piensa, que es importante, con la libertad de pensamiento, que lo es más aún, pues: ¿De qué nos sive la libre emisión de un pensamiento esclavo?

Ignoramos hasta qué punto los alumnos de Mairena eran receptivos a los valores de curiosidad, amor a la verdad y librepensamiento que el maestro aspiraba a inculcarles. En momentos de desesperación, Mairena invoca a Herodes como pedagogo ejemplar; y su relación con los padres dista de ajustarse al guión de lo políticamente correcto. Cuando Mairena aprueba a un alumno que no sabe nada de los griegos (este famoso incidente lo glosa Rafael Sánchez Ferlosio), recibe quejas de un padre quisquilloso que le reprocha la poca seriedad de sus exámenes:
-¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo?...
-¡Me basta ver a su padre!

Acaso también sorprenda que Mairena recomiende a sus alumnos el compromiso político y repruebe por consiguiente el apoliticismo: Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros y, naturalmente, contra vosotros. Pero presiente tiempos conflictivos en los que será inevitable tomar partido, lo que no es lo mismo que hacer política: Para los tiempos que vienen hay que estar seguros de algo. Porque han de ser tiempos de lucha, y habréis de tomar partido. ¡Ah! ¿Sabéis vosotros lo que esto significa? Por de pronto, renunciar a las razones que pudieran tener vuestros adversarios, lo que os obliga a estar doblemente seguros de las vuestras. Y eso es mucho más difícil de lo que parece... Tomar partido es no sólo renunciar a las razones de vuestros adversarios, sino también a las vuestras; abolir el diálogo, renunciar, en suma, a la razón humana.


Estatua de Antonio Machado en Segovia

Mairena murió a principios del siglo XX; su creador, el poeta Antonio Machado, le sobreviviría tres décadas, las suficientes para asistir al retroceso a la barbarie que supuso el auge del fascismo y el estallido de la guerra. Antonio Machado había comenzado a publicar los apuntes de Mairena el 4 de noviembre de 1934 en el recién fundado Diario de Madrid, que dirigía Fernando Vela. El origen de estas notas se remonta, al parecer, a los años que el poeta pasó en Segovia (1919-1928), cuando hubo de asumir la cátedra de Literatura castellana aparte de la suya propia, que era la de Francés. Entonces echó en falta la existencia de un manual que expusiese las ideas elementales de nuestra literatura, y así surgió el profesor apócrifo. A partir del 17 de noviembre de 1935, la colaboración se traslada al periódico de mayor tirada El Sol, donde Juan de Mairena seguirá explayándose hasta el 28 de junio de 1936. Poco después, las cincuenta entregas publicadas en la prensa se reunirán en forma de libro. Sus reflexiones continuarán, no obstante, en un Mairena póstumo que retoma la palabra en 1937, en la prestigiosa revista Hora de España.

En tiempos de Mairena, su autor era catedrático de Francés en Madrid, primero en el Instituto Calderón de la Barca y luego en el Cervantes. Se cuenta que fumaba mucho en clase y sus alumnos le apodaban La Cenicienta. Vivía con su madre y la familia de su hermano José en la calle General Arrando, 4. Frecuentaba algunas tertulias y era un referente intelectual de la España republicana. Colaboró, por ejemplo, con el patronato de las Misiones Pedagógicas y fue uno de los miembros de la Mesa Permanente Española de la Unión Universal por la Paz. En la vida personal, son los años de su inestable y lánguida relación amorosa con Pilar de Valderrama, Guiomar en los poemas.

Cuando se produjo el golpe de estado de julio de 1936, estaba en Madrid, donde se adhiere de inmediato a la Alianza de Intelectuales Antifascistas. El 6 de noviembre el gobierno de la República se traslada a Valencia ante el riesgo de que las fuerzas nacionalistas tomen la capital. Sin embargo, el 7 de noviembre Madrid resiste (¡No pasarán! era el lema de la resistencia), lo que inspiró al poeta versos de apoyo al pueblo:

¡Madrid! ¡Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con plomo en las entrañas.

Con todo, Machado abandona la ciudad el 25 de noviembre, evacuado por el Quinto Regimiento; tuvieron que convencerlo Rafael Alberti y León Felipe, entre otros, pues él no quería abandonar su hogar.

En Valencia llevó una vida relativamente apacible, instalado en una casa de campo de Rocafort. Colabora con la revista Hora de España, que imprimía Manuel Altolaguirre e ilustraba Ramón Gaya, y se significa en actos antifascistas, como el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, inaugurado por Juan Negrín el 4 de julio de 1937. La guerra, sin embargo, desmoronaba los últimos bastiones de la República: la España nacionalista avanzaba imparable sobre las costas mediterráneas, y el gobierno se traslada de nuevo, esta vez a Barcelona, y con él el poeta. Poco antes de partir a Cataluña, había acordado enviar una colaboración regular al diario La vanguardia: la primera, del 27 de marzo de 1938, se titula Notas inactuales, a la manera de Juan de Mairena.

En Barcelona, a fines de 1938, el periodista Lluís Capdevila nos describe a un Machado envejecido y enfermo: Don Antonio está flaco, macilento. Tiene el rostro descarnado, amarillento, anguloso. Está casi calvo, una pobre calva de maestro de escuela...
A principios de 1939, los Machado abandonan Barcelona rumbo a la frontera francesa. Caravanas penosas de fugitivos atestan las carreteras y los pasos de montaña. Aconsejada por Corpus Barga, la familia de Antonio se queda en el cercano pueblo de Collioure, donde se aloja en la pensión Bougnol-Quintana. El 22 de febrero de 1939 fallece el poeta. Su madre, que agonizaba en la habitación de al lado, preguntó en un instante de lucidez: ¿Dónde está Antonio? ¿Qué le ha pasado? Tres días después, a los 85 años de edad, moría ella.

Doce soldados españoles de la Segunda Brigada de Caballería del vencido ejército republicano escoltaron el féretro del escritor.

Juan de Mairena había dicho: El que no habla a un hombre, no habla al hombre; el que no habla al hombre, no habla a nadie. Y Antonio Machado había escrito: quien habla solo espera hablar a Dios un día. El poeta sigue hablándonos a todos y cada uno de nosotros, y tal vez se haya cumplido su esperanza en la vida eterna.


NOTA BIBLIOGRÁFICA

Todas las citas de Mairena están tomadas de la edición de José María Valverde: Antonio Machado, Juan de Mairena, Madrid, Clásicos Castalia, 1985. He consultado también las Poesías completas, edición de Manuel Alvar, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 1988, 13ª edición. El relato de los últimos años de la vida del poeta procede de la biografía escrita por Ian Gibson: Ian Gibson, Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, Madrid, Punto de Lectura, 2007. Una fuente de información fundamental en la Red es: http://abelmartin.com, Revista de Estudios sobre Antonio Machado, editada por Jordi Doménech.

Publicado en la revista escolar Max Estrella, 21, 2011.

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