Los cosacos de Tolstói

"Carga de cosacos en Moscú durante la Revolución Rusa"
Carga de cosacos en Moscú (Banco de imágenes INTEF)


Recomiendo a los alumnos la novela Los cosacos, de Lev Tosltói. Leemos fragmentos en clase y trato de atraerlos al autor refiriéndoles las extrañas circunstancias de su muerte en la estación de Astápovo.
Un joven aristócrata de vida disoluta abandona Moscú para unirse a las tropas rusas del Cáucaso. Olenin atraviesa la estepa nevada sumido en amargos pensamientos sobre su vida sin sentido y su incapacidad de amar. El regimiento al que se incorpora tiene como base de operaciones una aldea cosaca en el frente del Terek, en la frontera de Chechenia. Olenin y Vaniusha, su criado, se alojan en casa de un vecino acomodado, que es corneta de regimiento y maestro, y que tiene una hermosa hija llamada Marianka. La vida de Olenin en el establecimiento cosaco es la propia de un joven noble que sirve en el ejército: participa en algunas campañas, pero pasa la mayor parte del tiempo ocioso, observando las costumbres de los cosacos y descubriendo la belleza salvaje de las montañas. Estos cosacos habitaban las orillas del Terek desde tiempos de Iván el Terrible, según una leyenda que recoge Tolstói. A cambio de conservar su religión cismática y sus libertades, tenían encomendada la custodia de los confines de Rusia. Ello no impedía que se mezclaran con los tártaros, a los que en cierto modo mostraban mayor aprecio que a los soldados del ejército regular.
Olenin hace buenas migas con el primitivo Yéroshka y con el audaz Lúkashka, que vive días de gloria por haber dado muerte a un guerrillero y porque prepara sus esponsales con Marianka. En sus horas libres, se aficiona a salir de caza con Yéroshka o solo. Se comporta de manera distinta que el resto de los militares. Admira a los cosacos, envidia su vida natural, es solitario y reservado. No se muestra indiferente a los encantos de la hija de los caseros. Su relación con ella va desde el mudo embeleso y respeto por el compromiso matrimonial de la muchacha a una pasión obsesiva que incluso le inspira el proyecto de convertirse en cosaco para merecer a la amada. La distancia entre él y Marianka le parece insalvable, pero en el sentido contrario del que cabría esperar por sus respectivas posiciones sociales: es Olenin quien se considera indigno de ella, quien se manifiesta incapaz de romper con su pasado y llevar una existencia en armonía con la naturaleza como los cosacos. Atormentado, tímido, inseguro, incurre en flagrantes torpezas, no se aprovecha de su estado superior y deja pasar las oportunidades hasta que en un combate con una partida chechena cae herido de muerte Lúkashka, el prometido de Marianka. Entonces es demasiado tarde para aspirar al amor de ella. Rechazado por Marianka, Olenin abandona la aldea cosaca como al principio de la novela había abandonado los salones de Moscú: solitario, amargado y sin amor.



Lev Tostói, Los cosacos, traducción de Fernando Otero, Atalanta, 2009


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