El cambista y su mujer, de Marinus van Reymerswale
… que cuanto
tienen de señores los que lo son, tanto tienen de libres en lo que
pretenden; y, sobre todo, quieren que por su sola persona se les
postre todo viviente. Quisiérales yo decir o preguntar: “¿Señor,
qué te debo, qué me das, de qué me vales, para que quieras que te
sirva con obras, palabras y pensamientos?”
Dicho así, parecen
las palabras de un indignado. Y Guzmán de Alfarache lo era, pero
también un indigno que mientras clama contra los abusos de los
poderosos se gana la vida haciendo caudal de la torpeza de su mujer,
según acredita él mismo en su balance de desvergüenzas.
Que no es lo mismo indignación e indignidad, lo saben bien los señores. Por eso airean las algazaras de los violentos y desdeñan la dignidad de los que no se postran.
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