Contra las clases de lengua


 

Que las lenguas sirvan para comunicarse, pase; pero las clases de lengua... ah, no confundamos la velocidad con el tocino. Ni siquiera el método comunicativo, que acertadamente pone el foco en el uso de la lengua, como la retórica de toda la vida, parece caer en la cuenta de que no sirve para nada impartir técnicas de comunicación si no van acompañadas de los asuntos o ideas sobre los que se arma el tinglado del discurso. Por eso la literatura es tan buena compañera de la lengua, porque junta de manera excelente la letra y la vida. Y no solo la literatura. Enseñar, por ejemplo, los formalismos para escribir una carta de reclamación y privar a los alumnos de una educación cívica que les instruya en sus derechos es, en el mejor de los casos, una contradicción pedagógica. Proporcionamos, pues, la caña al pobre pescador y le enseñamos a pescar... pero al mismo tiempo, le contaminamos el agua, desecamos la laguna y dejamos sin peces... He aquí un pescador sobradamente preparado en el arte de la pesca, pero con el estómago vacío. Pensando mal, es una perversión del sistema, solo comparable a la manía de enseñar a los niños el conocimiento de la naturaleza y la sociedad en un idioma que no es el suyo, aunque se haga con el recto propósito de que, el día de mañana, no pierdan el tren del progreso, que circula por la vía única del capitalismo global.


Comentarios