Pongamos que usted no ha
leído a Borges y que, harto de que en los círculos intelectuales
que frecuenta todo el mundo cite a Borges como si fuera el Messi de
las letras, se empeña en leerlo para darse un barniz de cultura en
el que resbalen esas sonrisitas de suficiencia y desdén con que le
humillan sus sabiondas amistades mientras tratan de explicarle que
Borges no es una marca de frutos secos, sino uno de los más
importantes escritores de la historia.
¿Le conviene a usted el
tal Borges? El siguiente test le ayudará a determinar si es un
lector potencial del crack argentino (Borges, no Messi). Rodee
con un círculo la respuesta que considere adecuada.
TEST PARA IDENTIFICAR A
LECTORES DE BORGES
- El espejo es una metáfora del presente efímero.
- El espejo es un objeto que sirve para mirarse mientras te peinas, explotas granos o cosas por el estilo.
- El tiempo es circular, y el universo nace y muere eternamente en una sucesión cíclica.
- El tiempo es 45 minutos + 45 minutos + descuentos.
¿Con qué animal se
siente más identificado?
- El tigre de Blake.
- El toro de Osborne (o sea, de España). Con un par.
¿Qué juego le gustaría
compartir con su pareja en una velada íntima?
- Una partida de ajedrez.
- Una partida de parchís: el que pierda, se quita una prenda.
¿A dónde preferiría ir
de vacaciones?
- A Islandia, para leer in situ a Snorri Stúrluson.
- Al Caribe, para tomar unos mojitos.
Si se extravía en un
laberinto, ¿cómo reaccionaría?
- Con entereza, porque llegar a la meta y entender el sentido del camino recorrido equivale a morir.
- Con rabia por no tener un GPS a mano.
CLAVE: si ha elegido en
todos los casos o en la mayoría la opción (1), lea a Borges; de lo
contrario, déjese de complejos y siga disfrutando con las novelas de
Stephen King.
Si hechas las anteriores
averiguaciones, resulta que es usted un posible lector de Borges y
reside en Tui, en los confines occidentales de Europa, ¡eureka!:
busque la penumbra de un zaguán en el Barrio Judío (tal vez la
oscuridad dificulte la lectura, pero recuerde que Borges se quedó
ciego) y dé gracias al divino laberinto de los efectos y las
causas antes de aventurarse en el Libro:
Te damos las gracias, Tui,
por el río
que cruzaron victoriosas
las legiones de Décimo
Junio Bruto
y navegaron las naves del
fiero escandinavo,
codicioso de rapiña,
por la espada de Olav y el
casco del celta,
por los suevos y los
godos,
bárbaros de las ciénagas
del Norte,
por Portugal, cuyo río es
el mismo
que lleva nuestras vidas a
la mar,
por doña Urraca, la
reina,
que pena en pasadizos
secretos,
por Abraham, el platero,
la fe de Moisés y el
candelabro,
por las marcas de los
canteros y el gótico,
por las damas enamoradas
de los trovadores,
por las gárgolas de la
catedral cuando llueve,
por el laberinto que
trazan tus calles antiguas
que van a dar al río o al
arrabal...
porque por azar o
alevosía,
convergen en el mismo
rumbo
el Océano y el Poniente,
que presagian el fin de la
Tierra.
Si en la penumbra del
zaguán observa una esfera cuyo centro está en todas las partes y
la circunferencia en ninguna, enhorabuena: se ha dado de bruces
con el Aleph. Si en una taberna de la rúa Entrefornos recibe una
moneda que le obsesiona hasta la locura, quizá porque detrás de
la moneda, está Dios, no le quepa duda de que es el Zahir.
No le espante, en fin, si
tras la lectura de Borges, se sorprende a sí mismo paseando por la
Corredera y recitando versos de Homero en griego. Lo que le pasa es
bien sencillo: “Usted ha sido Homero; en breve será Nadie, como
Ulises; en breve será todos: estará muerto”.
Publicado en la revista
escolar Max Estrella, 20, 2010.
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