Instrucciones para leer a Herman Melville en los acantilados de cabo Silleiro



Si usted es uno de esos tipos que se paran sin querer ante las tiendas de ataúdes, no hay nada en particular que le ate a tierra y sus pasos le llevan siempre a la parte acuática del mundo, ¿qué le parece meter una camisa o dos en el viejo saco de marinero y zarpar rumbo al cabo de Hornos y el Pacífico?
Para embarcarse a las órdenes del capitán Ahab, diríjase por la carretera PO-552 hasta cabo Silleiro. Una vez allí, observe detenidamente las tres construcciones que dotan de singularidad al promontorio: un vistoso centro de talasoterapia, consagrado a los placeres sensuales, moderno templo de Venus; un puñados de baterías y casamatas militares en estado de abandono, donde Marte languidece entre matorrales; y un faro que guía a los navegantes en su derrotero por estas agrestes costas en las que los antiguos soñaron el fin del mundo.
Con su libro en el petate, busque una cala solitaria donde pueda sentirse tan lejos del mundanal ruido como un nativo de Bora-Bora. Póngase a gusto en una roca (de superficie lisa, por razones de comodidad) y pose el libro entre las piernas, sentado usted en posición de loto mirando hacia el oeste.
Antes de que le posea el espíritu maligno de la ballena blanca, repare en el dato esclarecedor de que hallándose el cabo Silleiro a una latitud aproximada de 42º N, lo que se extiende al otro lado del Océano, siguiendo el paralelo, es la costa de New England, a la altura de Cape Cod, cerca de la renombrada isla de Nantucket, que es como decir la Ítaca de los balleneros norteamericanos.
Tiene todo el derecho a saltarse, si le place, las etimologías proporcionadas por el difunto auxiliar tísico de un Instituto, así como las citas compiladas con puntillosa erudición por un sub-sub-bibliotecario, para ir al grano en el capítulo primero, donde dice: Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente- teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada particular que me interesara en tierra, pensé en irme a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo...

Herman Melville, Moby Dick, traducción de José María Valverde, Barcelona, Círculo de Lectores, 1999

Publicado en la revista escolar Max Estrella, 20, 2010

Comentarios