Letras de Sefarad


Maimónides (Fuente: Wikipedia)

Paseando por la Judería de Segovia, visité el centro didáctico que hay instalado en la casa del doctor Andrés Laguna, sabio humanista del siglo XVI y posible autor del magnífico Viaje de Turquía.
En la tienda de dicho centro había unos cuantos libros de tema judío; tras hojearlos, decidí por azar o intuición llevarme La literatura de los judíos de Sefarad. Poesía, narraciones y cuentos (siglos X-XIII), de Ángeles Navarro Peiro, publicado por la editorial El Almendro de Córdoba.
No sabía nada o casi nada de la cultura hispanohebrea, aunque en las clases de literatura medieval siempre se trate el tema de las jarchas y moaxajas.

Apunta la autora que en el siglo X, en la Córdoba del califato -que ostentaba la fama de dar-al-ulum o “casa de las ciencias”-, se gesta un renacer de la literatura hebrea, a cuyo esplendor bíblico había sucedido un largo periodo de cultivo casi exclusivamente religioso: la Mishná y el Talmud, exégesis, mística y poesía litúrgica. A finales del siglo II el hebreo languidece como lengua oral, aunque perviva en la literatura y en la sinagoga. No extraña, por tanto, que en la Edad Media los judíos de al-Andalus se expresasen en árabe, idioma que también empleaban para la mayoría de sus composiciones literarias, con la excepción de la poesía. Sin embargo, el influjo andalusí se manifiesta no solo en la lengua, sino en un clima de tolerancia religiosa y diversidad cultural, que favorece el surgimiento de una poesía secular.

La época del califato (s. X) es un periodo de iniciación y renacimiento, en el que destaca la labor de mecenazgo ejercida por el médico de la corte -primero de Abderramán III y después de al-Hakam II- Hasday ben Šaprut: Mĕnahem ben Saruq y Dunaš ben Labrat fueron sus protegidos, cultivaron ambos la poesía y la filología, y rivalizaron entre sí. La época de las taifas, que comprende el siglo XI y primera mitad del XII, es ya una edad de oro de la literatura hebrea: escribieron en aquel tiempo los poetas Ibn Nagrella, Ibn Gabirol, Ibn Ezra y Yĕhudah ha-Levi. Luego viene una época de transición que se inicia con la invasión almohade: el islamismo intransigente de los dominadores bereberes provocó el desplazamiento del centro de la cultura hispanohebrea a los reinos cristianos, cuyas cortes, señaladamente las de Fernando III, Alfonso X el Sabio y Jaime I el Conquistador, se habrían de beneficiar de las aportaciones intelectuales de los judíos. No obstante, sobresalieron en este periodo de transición figuras señeras, como el filósofo Maimónides o el historiador Ibn Daud.

En cuanto a los temas y géneros, llaman la atención curiosas metamorfosis, como las que comenta la autora en la página 67 y siguientes al referirse a los poemas llamados gĕulot y ahăbot, que se basan en el Cantar de los Cantares, pero en los que la esposa es el alma del pueblo hebreo, que en el destierro añora la unión con el Esposo, el Dios de Israel. Vinculado al tema del destierro, está también el género de las siónidas, cuyo impulsor fue Yĕhudah ha-Levi, cantos de nostalgia por la tierra prometida de Sión:

Mi corazón está en Oriente, y yo en los confines de Occidente.
¿Cómo encontrar gusto en los manjares y disfrutarlos?

A diferencia de los árabes, la poesía épica tuvo escasa aceptación entre los autores hispanohebreos, con la notoria excepción de Sĕmuel ibn Nagrella. La fusión de lo árabe y lo hebreo sí se manifiesta, en cambio, en motivos antiquísimos, como las bendiciones para que llueva sobre la tumba del difunto; por ejemplo, los versos de Mošeh ibn Ezra que copio de la página 82:

Nube de gloria riegue abundante y por siempre tu sepulcro,
y sea rocío del alba tu rocío.

Macama significa en árabe “tertulia”, “descanso”, y es el nombre de un género literario que probablemente tiene su origen en la reuniones de solaz que celebraban los cortesanos durante la época del califato abasí y en las que se contaban relatos protagonizados por falsos mendigos o pícaros. El escritor de origen persa al-Hamadani fue el precursor de este tipo de narraciones, que en la literatura hispanohebrea alcanzará su perfección con el Sefer Tahkěmoni de Yĕhudah al-Harizi, a caballo entre los siglos XII y XIII.

De todos es conocido el asombroso viaje de algunos cuentos desde la India al Occidente, pasando por Persia y el mundo árabe hasta arribar a la Europa de las tres culturas. Ben ha-melek wĕ-ha-nazir, “El príncipe y el monje”, que escribió Abraham ibn Hasday hacia la primera mitad del siglo XIII, es un buen ejemplo de ello. A partir de una traducción árabe, Ibn Hasday vertió al hebreo un relato basado en la vida de Buda, que con el título de Barlaam y Josafat será conocido en diversos países europeos. Tal es el caso asimismo del famoso Calila y Dimna, cuya primera versión en hebreo hizo Rabí Yoel, y que luego Juan de Capua puso en latín con el título de Directorium vitae humanae, de donde pasaría a otros idiomas de Europa.

Es una suerte que este manual conciso, claro y ameno llegara a mis manos mientras paseaba por la Judería de Segovia. Antes había visitado la casa de Antonio Machado y rendido homenaje a Juan de la Cruz, fantaseado con los comuneros y admirado las cumbres de la Mujer Muerta. En mi ignorancia o ceguera, no había alcanzado a divisar las torres de Córdoba, lejana y sola … y las de Salónica, Estambul, Jerusalén y demás ciudades perdidas de Sefarad.

Ángeles Navarro Peiro, La literatura de los judíos de Sefarad. Poesía, narraciones y cuentos (siglos X-XIII), editorial El Almendro de Córdoba, Málaga, 2005, 2ª ed.

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