Como
otros adverbios demostrativos, el adverbio de lugar aquí se
interpreta según el lugar de la enunciación: aquí puede ser
el punto exacto en que se sitúa quien habla (¡Ven aquí!,
chilla un padre en el umbral del dormitorio de su hijo adolescente,
espantado por el pavoroso panorama de prendas sucias, zapatos y
zarrias diversas que hay esparcidas en el suelo) o cualquier
ubicación geográfica imprecisa, como en enunciados del tipo Aquí
no hay quien viva, donde aquí puede ser desde la casa del
sufrido padre antes citado a todo un país o el mundo entero, según
el grado de enfado o melancolía del emisor.
Esta
propiedad que poseen algunas palabras para expresar significados que
dependen de la posición espacial o temporal que ocupen los
interlocutores se denomina deixis. En castellano la deixis locativa
ordena el espacio en tres ubicaciones: aquí, ahí, allí; que
tienden a reducirse a un sistema binario, con solo un acá (o
aquí) y un allá (o allí). Por cierto, que
como bien apunta la Gramática académica, aquí y allí
son reacios a la cuantificación de grado, en lo que manifiestan un
comportamiento diferente de la pareja acá y allá: se
dice el más allá pero no el más allí, como si allá
abarcara un área más extensa que el puntual allí, esto es,
una especie de ultramundo tenebroso.
Desde
una perspectiva pragmática, sin embargo, aquí puede no
significar una mera posición espacial, sino implicar un
posicionamiento de estatus en toda regla, en virtud del cual el
emisor se apropia de una parcela del entorno de la que excluye al
destinatario del enunciado: la intención comunicativa no es otra que
hacer sentir a este su condición de foráneo, trazando el aquí
una línea fronteriza que separa a ambos interlocutores. Reparemos en
el siguiente ejemplo:
María.
Aquí cada uno viste como más le guste.
Nour.
En Marruecos también... bueno, depende de los casos.
Probablemente
el aquí que pone María en el foco de su mensaje se refiera a
España, Europa o incluso Occidente (léase mundo civilizado),
en el que por supuesto se incluye ella (que viste como le apetezca) y
del que excluye a Nour (quien carece de libertad para vestir a su
gusto), por más que Nour sea tan española de nacimiento como María. La arabizante infiere en el acto la intención de su
amiga María, hasta el punto de que se siente obligada a dar
explicaciones sobre un allí -Marruecos, el país de sus
padres- antitético del aquí paradisiaco. En definitiva, la
diferencia entre lo que se dice y lo que se comunica vendría a
suponer: Aquí cada uno viste como más le gusta... al contrario de lo que sucede en tu
país, forastera.
De
igual modo, el hablante entusiasta de las glorias de su región que
proclama: Aquí sí que se come bien, lo que le está
transmitiendo al destinatario venido de fuera es: Aquí sí que se
come bien... no como en tu tierra, forastero. Y la profesora que
advierte al alumno ¡Aquí se respeta a los demás! quiere
naturalmente decirle que en la escuela, a diferencia de lo que pasa
en el mundo exterior del que procede el alumno-bárbaro, se respetan
ciertas normas; y si enfatiza el aquí es para recordarle al
aprendiz que pisa un terreno que no es el suyo habitual, por lo demás
resbaladizo y cuesta arriba.
Pero
cuando tales implicaturas se perciben con mayor nitidez es al
producirse la convergencia de la deixis locativa y la personal en los
enunciados con el adverbio demostrativo aquí y la primera
persona plural del verbo, que vincula al emisor con un colectivo
fantasmagórico que participa de ciertos rasgos comunes y a la vez
deja fuera de dicha hermandad al destinatario, quien queda
implícitamente adscrito a otro grupo distinto o incluso rival. Aquí
lo que pasa es que tenemos mucha retranca... dicho por un genuino
habitante de la aldea a otro de la corte, ha de interpretarse, pues:
tú no nos comprendes porque vienes de otro mundo... cuya
frontera marca el adverbio demostrativo, antepuesto para cerrar el
paso al interlocutor, al que se le avisa de la inutilidad de pasar la
raya con el argumento tácito de que estamos condenados a no
entendernos.
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