Como
Fisterra, Finistère o Land's End, en los confines occidentales de
Europa, cabo Gaspé significa cabo del “fin de la tierra” en la
lengua algonquina de la nación micmac. Es la razón de ser de los
cabos. La definición que da el Diccionario académico suena casi
obscena: “Lengua de tierra que penetra en el mar.” El Diccionario
de voces geográficas españolas, de la Real Academia de la
Historia, consigna con agudeza: “Punta de tierra que sale
considerablemente de la costa al mar. Los latinos le denominaban
promontorium por esta causa; y es contrapuesto al golfo por
estar en razón inversa.” Y es que, en efecto, las palabras cabo y
acabar (de a-, cabo) proceden del mismo étimo, que es caput,
cabeza.
En
los cabos, a veces hay una faro para aviso de navegantes, como en
Fisterra de Galicia; y otras, una manada de focas, como en el cabo
Gaspé de los micmacs.
Al
norte de los Apalaches, en las montañas Chic-Choc, vive el caribú
de los bosques. El nombre de esta sierra significa en micmac “barrera
impenetrable”. Nosotros, no obstante, contratamos por 10 dólares
una excursión que incluye traslado en furgoneta hasta la base del
monte y el acompañamiento de un guía hasta la cumbre del Jacques
Cartier, de 1270 metros, en otro tiempo llamado Pico de los
Botánicos. No se engañe nadie por su modesta altura: el clima en
las cotas superiores es subártico y la tregua del verano es falaz.
Cuando los expedicionarios llegamos a lo alto de la cordillera, la
niebla se echa encima, y todos nos sentimos decepcionados por no
divisar los prometidos renos, ni siquiera un oso negro que
justificara la aventura. Así que nos refugiamos en una cabaña y
hablamos de nuestras vidas en las ciudades de Europa mientras el
viento arrecia en la cima de las Chic-Choc.
Me
dice un canadiense que en Canadá también hay ciudades históricas y
cultura, como molesto por esa manía europea de identificar su país
con la Naturaleza salvaje. Igual que España tiene los toros -añade
juiciosamente- Canadá posee sus propias manifestaciones artísticas.
Pues si son de esa calaña -pienso yo para mis adentros-, a mí que me den los bosques.
En
la entrada del pueblo un cartel indica: Tráfico vigilado por la
policía amerindia. Una hilera de casas de madera, hidroaviones
atracados en el lago. Eso es todo en la reserva india... Y los grandes bosques alrededor.
Más
allá de Sept Isles, ¿dónde irán las carreteras? Desde el norte
del Saguenay hasta el archipiélago Ártico ¿habrá un rincón
salvaje de planeta que ni el más perspicaz de los satélites haya
avistado? Y si echara a andar por los bosques, y decidiera no volver
nunca a mi país y mi trabajo ¿quién me localizaría antes?: ¿un
oso grizzly, una manada de lobos o la policía de inmigración?
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