Albert Anker, Escuela de pueblo en 1848 |
Hemos leído en clase un breve fragmento de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, donde se pone de manifiesto la crueldad inhumana de los conquistadores españoles en las Américas. De Bartolomé de las Casas hemos pasado a la Controversia de Valladolid (¿es justa la guerra para someter a los indios?), lo que nos ha llevado a Erasmo de Róterdam y al Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, a propósito del Saco de 1527 (estamos en la literatura del siglo XVI).
En
otra clase, con alumnos de los primeros cursos, hemos tratado del monstruo
al que dio vida el incauto Frankenstein; en concreto, el episodio que
refiere el encuentro de la criatura con su creador entre los hielos
del Mont Blanc. Hemos recordado a Mary Shelley, reunida con sus
amigos en Villa Diodati, junto al lago de Ginebra, en el año
desapacible de 1816; y también al poeta Byron, las ruinas de Grecia
y otros pormenores románticos.
Hemos
buscado en el diccionario de la Academia las palabras hálito,
convulsivo, engendro e infundir: las hemos analizado con
todo rigor gramatical. Hemos
despiezado la palabra inmutable, clasificando sus morfemas, que
son como células diminutas, llenas de vida y significación.
Así
ha pasado una mañana cualquiera -parda y fría de invierno-
en las aulas del Instituto. Bendita
monotonía de lluvia tras los cristales.
Comentarios
Publicar un comentario