Jacobinos


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Para la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia Española (1992), jacobino es el individuo del partido más demagógico y sanguinario de Francia en tiempo de la Revolución... Estos demagogos tomaron el nombre del Convento de los Jacobinos donde se reunían, situado en la calle Saint-Honoré de París, que se llamó así por haber sido hospicio de peregrinos de Santiago (Iacobus) perteneciente a la orden de los dominicos. Recalca el diccionario de la Academia que, por extensión, jacobino es el demagogo partidario de la revolución violenta y sanguinaria.



La 22ª edición (2001) despoja a los jacobinos de los instintos violentos que le atribuye su antecesora: Se dice de un partido francés de la época de la Revolución, partidario de dirigir la educación de los ciudadanos. El demagogo partidario de la revolución violenta y sanguinaria se reduce a demagogo partidario de la revolución, como si violenta y sanguinaria, carentes de valor especificativo, se desecharan por innecesarios, del mismo modo que es innecesario endosarle al sustantivo nieve el adjetivo blanca.



Este artículo no está enmendado en el avance de la 23ª edición, por lo que suponemos que se quedará así. Quizá en la 23ª edición se podría haber sustituido partidario de dirigir la educación de los ciudadanos por partidario de la educación de los ciudadanos o partidario de la educación pública, pues dirigir puede significar aconsejar y gobernar la conciencia de alguien, como figura en el propio DRAE: dirigismo que esgrimen los llamados defensores de la libertad educativa para rechazar la escuela pública laica, que perciben como una intromisión insufrible del Gran Hermano en las conciencias de las personas.



El Diccionario de la Academia francesa (9ª edición), tras un breve exordio histórico similar al que consigna el diccionario de la lengua castellana, llama jacobino a un partidario intransigente de los principios de la Revolución y, particularmente en el lenguaje político actual, al defensor de un Estado centralizado y fuerte (Par ext. Se dit d'un partisan intransigeant des principes de la Révolution et, plus spécialement aujourd'hui, dans le langage politique, d'un défenseur déterminé d'un État centralisé et puissant. )



Es hasta cierto punto conmovedor que la Academia española rectifique y desagravie a los jacobinos por su defensa de la escuela republicana -siempre y cuando dirigir no tenga las connotaciones orwellianas que hemos conjeturado sin ningún fundamento-; pero nadie acusa de jacobinos, que yo sepa, a los profesores que se manifiestan contra los recortes en la enseñanza pública o a los políticos que, oponiéndose a la intransigencia clerical, defendieron la educación para la ciudadanía. También aquí el uso de jacobino como sinónimo de centralista, que apunta la Academia francesa, está más extendido, degradado incluso a la condición de insulto, con una función, por tanto, más expresiva que referencial.


Para los profesores de literatura, el término jacobino está asociado al famoso retrato que Antonio Machado escribió de sí mismo en Campos de Castilla: hay en mis venas gotas de sangre jacobina, / pero mi verso brota de manantial sereno: la construcción adversativa y la antítesis entre sangre jacobina y manantial sereno evocan el genio turbulento de los revolucionarios que en 1793 adoptaron medidas tan demagógicas y terroríficas, como promulgar la obligatoriedad de la enseñanza primaria.





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