Leer
versos de Pablo Neruda a niños que pasan las horas muertas pegados a
la pantalla del teléfono, la consola o la televisión no es, en
efecto, una actividad pedagógica motivadora. Tienen razón los
padres que se quejan de
que
los profesores no sabemos
motivar a sus hijos. Para
que
los maestros se pongan
a la altura de los líderes
de audiencia
de Antena 3, la Cuatro, Telecinco y la Sexta, las autoridades
educativas deberían convocar concursos de belleza, desparpajo
y eterna juventud en
vez de
anticuadas oposiciones memorísticas. Si
antes hubo
quien quiso cerrar universidades y abrir cátedras
de tauromaquia, ahora,
aprovechando
la agonía del Estado social y de derecho,
¿por qué no demoler
las
ruinas de
la educación pública y dejar
que los niños se formen
siguiendo la
estela de las estrellas, los avatares
de los famosos
y la
oratoria de los tertulianos?
Alcanzaríamos
así el loable objetivo pedagógico de que los niños asistiesen a la
escuela motivados por profesores glamurosos; aprendiesen la historia
y la economía en telediarios objetivos; la lengua, en series que
cuidan el lenguaje; y el civismo, en anuncios de juguetes no sexistas
y espectáculos deportivos antirracistas. Además...
sin rechistar.
Comentarios
Publicar un comentario