Contra el posmodernismo pedagógico-2



Leer versos de Pablo Neruda a niños que pasan las horas muertas pegados a la pantalla del teléfono, la consola o la televisión no es, en efecto, una actividad pedagógica motivadora. Tienen razón los padres que se quejan de que los profesores no sabemos motivar a sus hijos. Para que los maestros se pongan a la altura de los líderes de audiencia de Antena 3, la Cuatro, Telecinco y la Sexta, las autoridades educativas deberían convocar concursos de belleza, desparpajo y eterna juventud en vez de anticuadas oposiciones memorísticas. Si antes hubo quien quiso cerrar universidades y abrir cátedras de tauromaquia, ahora, aprovechando la agonía del Estado social y de derecho, ¿por qué no demoler las ruinas de la educación pública y dejar que los niños se formen siguiendo la estela de las estrellas, los avatares de los famosos y la oratoria de los tertulianos? Alcanzaríamos así el loable objetivo pedagógico de que los niños asistiesen a la escuela motivados por profesores glamurosos; aprendiesen la historia y la economía en telediarios objetivos; la lengua, en series que cuidan el lenguaje; y el civismo, en anuncios de juguetes no sexistas y espectáculos deportivos antirracistas. Además... sin rechistar.


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