Los ojos del río


 El sitio donde nace el río se llama los Ojos. Y es que hay en el monte unos agujeros de donde manan copiosos chorros de agua que se precipitan por la ladera abajo y al poco trecho confluyen en una sola corriente. Por estos ojos de la montaña se accede a su alma, un lago interior en el que las estalactitas depositan su pequeña gota de agua de cada día asustando a los peces ciegos que no conocen la lluvia. Américo Castro sostiene que esta acepción de ojo con el sentido de manantial es un calco semántico del árabe, idioma en el que ayn significa ojo y fuente: Un aspecto que apenas comienza a ser estudiado es el de las seudomorfosis, o sea, los paralelismos expresivos, determinados por vivencias coincidentes; el calco “ayn-ojo de agua” significa percibir y vivir íntimamente el manantial como si fuera un ojo.





Cuando éramos pequeños ir de excursión a los Ojos era como irse a descubrir los Montes de la Luna. Más arriba solo sobreviven arbustos rastreros y los inevitables cuervos, que vuelan a gusto en cualquier ambiente y proclaman los malos agüeros con aspereza. Cuando hay nieve los ojos se entornan aletargados por la palidez del mundo, al lodo le sale costra y a las cascadas aristas. En los cerros pelados por la ventisca, unas estelas indican el lugar donde yacen sepultados los pinos enanos. No es raro ver a los corzos merodear en los claros del bosque o las huellas de otras criaturas invisibles. En primavera manos de musgo acarician al agua recién nacida.

Convence desde el punto de vista literario, aunque no anatómico, que el valle por donde pasa el río nacido en los Ojos se llame la Garganta. En la Garganta los ingenieros hidráulicos aprovechan para ponerle un muro al desfiladero y embalsar el agua, que a partir de entonces deja de correr a su albedrío para depender de la voluntad del hombre, que la administra según demanda de abastecimiento y riegos. Más abajo lo ensuciarán los vertidos de las alcantarillas y lo poblarán cangrejos americanos.

Lo Ojos son las fuentes. La tierra tiene ojos que vierten vida en vez de lágrimas. El valle de lágrimas lo hacemos nosotros. Los Ojos, en lo alto de la montaña, son ojos de madrigal: claros, serenos.

Comentarios