La
palabra pan
es pequeña. Podría ser una cifra o una nota musical. Se acompaña
de frases como pan candeal,
pan de flor
o el pan nuestro de cada
día. Al pan se le llama
pan del mismo modo que al vino se le llama vino, porque no hay otra manera. Es, sin duda, una de las
palabras más bellas del diccionario.
El
sánscrito pati,
que significa proteger,
procede de la misma raíz indoeuropea que el latín panis.
Derivan de ella también el armenio hauran,
que quiere decir rebaño;
el neerlandés medieval voeder,
que equivale a
alimento;
y el tocario del Lejano
Oriente pask-,
cuyo significado es guardar:
palabras todas que aluden a los conceptos de defender
o nutrir.
Es
por ello que el bajá
de Turquía, el sátrapa
de Persia, el pasto
y el pastor,
el pábulo
y el forraje
comparten etimología con el humilde pan.
Los
que comparten el mismo pan son compañeros.
Y ser un pedazo de pan
o, como dicen en algunos
lugares
de América, ser un
pan de Dios, es
ser una persona bondadosa.
En
Castilla, en la provincia de Zamora, hay una Tierra del Pan, que
limita al norte con la Tierra de Campos y al sur con la Tierra
del Vino.
En
El Salvador y Nicaragua llaman pan al órgano sexual de la mujer.
Pablo
Neruda compuso una Oda al pan, lo cual no extraña en un poeta que escribía versos
a la alcachofa, a la flor azul y al olor de la leña:
Oh
pan de cada boca,
no
te
imploraremos,
los
hombres no somos
mendigos
de
vagos dioses
o
de ángeles oscuros:
del
mar y de la tierra
haremos
pan,
plantaremos
de trigo
la
tierra y los planetas,
el
pan de cada boca,
de
cada hombre,
en
cada día,
llegará
porque fuimos
a
sembrarlo
y
a hacerlo,
no
para un hombre sino
para
todos,
el
pan, el pan,
para
todos los pueblos
y
con él lo que tiene
forma
y sabor de pan
repartiremos:
la
tierra,
la
belleza,
el
amor,
todo
eso
tiene
sabor de pan,
forma
de pan,
germinación
de harina,
todo
nació
para ser compartido,
para
ser entregado,
para
multiplicarse.
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