Páramo


 
Buscay, León

La voz páramo procede del latín hispánico PARAMUS, documentada desde la antigüedad en el noroeste de la Península, de donde según Joan Corominas sería originaria. Los etimologistas difieren sobre su filiación al grupo de lenguas celtas o a otro de la familia indoeuropea. En sánscrito existe paramah con el significado de el más alto o el más lejano
 

Para el DRAE, páramo es un terreno yermo, raso y desabrigado, situado a cierta altitud. Se trata, en efecto, de lugares caracterizados por un relieve tabular, asentados a menudo sobre suelos calizos, con elevada amplitud térmica y vegetación arbustiva.


El primer registro del vocablo es un ara votiva dedicada a Diana, descubierta en la provincia de León (Xaverio Ballester, “Paramo” o del problema de la * /p/ en celtoide, en www.continuitas.org/texts/ballester_paramo.pdf). Y es en topónimos de Castilla y León, Galicia y Asturias donde más abunda el elemento páramo, asociado frecuentemente a restos arqueológicos del período castreño. En la Cosmographia de Julio Honorio, hacia el año 400, se lee que el Duero currit per campos Hispaniae inlustrans paramum ( Xaverio Ballester, op. cit.).

Ayllón, Segovia


El Diccionario de voces geográficas españolas, de la Real Academia de Historia, precisa que páramo es un campo raso alto y descubierto a los vientos, que por lo común es frío e inhabitado, y sirve para pasturas de ganados, y a veces para rozas
 

El ingeniero José Jordana y Morera (Algunas voces forestales y otras que guardan relación con las mismas, 1900) coincide en lo fundamental, si bien disiente en la pertinencia semántica de que tenga o no tenga habitaciones, concluyendo que por su altitud y desabrigo los páramos no son lugares propicios para que invernen los ganados; pone como ejemplo las parameras de Ávila.


Es en el norte de España y en los Andes septentrionales donde la palabra páramo se usa con mayor frecuencia. En Colombia y Ecuador designa también la llovizna propia de las tierras altas.


En el Diccionario de madrileñismos de Manuel Alvar Ezquerra (2011), se registra un uso peculiar de la zona de Talamanca, donde páramo puede ser un valle seco.


El geógrafo Manuel de Terán, aparte de dar como equivalentes a los páramos de los Andes del norte, las punas y pampas de la Cordillera meridional, voces de origen quechua, señala que la palabra páramo se empleó en España como sinónimo de meseta antes de que este término se asentara en el vocabulario de la geografía. A partir del siglo XX, páramo se reserva para designar dentro de la Meseta central las tablas calcáreas que recubren lo que fue la superficie original de aquella y que la erosión posterior, como en la Alcarria, ha respetado al cavar los valles que la disecan; y también, como en las altiplanicies de Soria y Ávila, el reborde montañoso aplanado sobre materiales de eras geológicas anteriores (Manuel de Terán, Del mythos al logos, Madrid, CSIC, 1987, pág. 60-85).

Laguna del Campillo, Madrid


El ecosistema del páramo trópical admite diversas denominaciones, que la página web del Missouri Botanical Garden de los Estados Unidos recoge en los siguientes términos:  

Locally these areas are known as "zacatonales" (the Mexican and Guatemalan volcanic highlands), "páramo" (Central and northern South America), "jalca" (northern Peru), "puna" (drier areas of the altiplano of the central Andes), "afroalpine" and "moorland" (East Africa), and "tropical-alpine" (Malesia)




Como antropónimo, páramo se ha hecho universal gracias al personaje de Pedro Páramo, novela del escritor mexicano Juan Rulfo publicada en 1955:

-¿Conoce usted a Pedro Páramo? -le pregunté.

Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.

-¿Quién es? -volví a preguntar.

-Un rencor vivo -me contestó él.



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