Los huesos de Cervantes



Que Cervantes era un hueso ya lo sabían muchos alumnos de Secundaria, obligados a leer novelas suyas  a destiempo o memorizar las intrincadas razones de sus comentaristas, que no entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para solo ello. Busquen en hora buena los antropólogos forenses las esquirlas del manco de Lepanto. Nosotros, profesores de literatura, en desigual batalla con gigantes de la estirpe de Briareo, acometamos la hazaña de resucitarlo para los jóvenes lectores, rescatemos sus libros del poder de magos encantadores que quieren convertirlos en humo, y leamos las aventuras del Quijote con el espíritu festivo con que los segadores que sabían leer leían a aquellos que no sabían en los caminos de la Mancha: Porque cuando es tiempo de siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno de estos libros en las manos, y rodeámonos de él más de treinta y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quitan mil canas (Quijote, II, 32). 


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