A Guarda, Pontevedra |
El mar, como los desiertos, las
estepas y las tundras, es una gran extensión vacía que se dilata
hasta la línea del horizonte. Según el Diccionario de la Academia
es una Masa de agua salada que cubre la mayor parte de la
superficie de la Tierra. Del “océano” dice en parecidos
términos que es un Grande y dilatado mar que cubre la mayor parte
de la superficie terrestre.
Por su condición acuática, el
mar es inhabitable e intransitable para el ser humano si no recurre a
artificios para superar sus naturales limitaciones. Reparemos en que
mientras se pueden fundar asentamientos en los desiertos y en las
llanuras glaciales, no hay poblaciones flotantes en la superficie del
océano ni ancladas en el fondo abisal; tal es así, que la mayoría de los
humanos solo alcanzan a ver el mar desde sus orillas. Los marinos y
pescadores de altura son las únicas personas que se aventuran en el peligro lejos de la costa. Algunos mitos de la
antigüedad refieren la existencia de seres divinos que anduvieron
sobre el agua como si caminaran por un sendero de tierra.
A Guarda, Pontevedra |
La perspectiva desde la que casi
todos los seres humanos contemplamos el mar es, pues, de fuera a
dentro, desde un medio estable y sólido a otro inestable y líquido.
Visto de esta manera, el mar se percibe no como continuación de la
tierra en la que posa sus pies el observador, sino como un más allá
de los confines de la tierra, pues toda línea de costa marca el fin
del mundo habitable, y más allá se extiende un ultramundo vedado a nuestra especie. Esta
impresión es particularmente notable en los cabos y ello explica que
tantos entrantes de la tierra en el mar reciban el nombre de “fin
del mundo”, como Finisterre en Galicia y Bretaña, Land's End en
Cornualles y Gaspé entre los nativos micmac de Canadá.
Asomado a una parte ignota
del planeta, el terrícola imagina criaturas fantásticas, como las
sirenas; continentes perdidos, como la Atlántida; islas
inexistentes, como San Brandán y toda clase de maravillas que
confieren al océano un carácter misterioso.
Islas Cíes, Pontevedra |
Los paisajes ribereños varían
tanto por la orografía del terreno como por el trazado del litoral.
Si el relieve de la costa es abrupto, los escarpes forman acantilados
y farallones; si es, por el contrario, llano, hay arenales de
superficie plana o playas. Cuando el mar entra en la tierra, la costa
describe golfos, bahías, ensenadas, rías y fiordos; si la tierra
penetra en el mar, los promontorios se llaman penínsulas, cabos y
tómbolos. A veces el mar contiene en su seno porciones aisladas de
tierra, que son las islas. No obstante, si estas son muy extensas, su
condición insular pasa desapercibida al ojo humano.
Existen algunas diferencias
fundamentales entre el mar y las llanuras terrestres. La primera es
el color, pues el color de la parte acuática del planeta es azul,
como el de la bóveda del cielo. La segunda es el movimiento. En los
desiertos, praderas y glaciares, la arena, la hierba y la nieve
pueden moverse o estar quietas, dependiendo de la acción del aire;
pero el movimiento de la mar es perpetuo y se rige por la fuerza de
atracción que el Sol y la Luna ejercen sobre la Tierra. Además, el
viento agita la superficie del mar y provoca las olas. Desde el
litoral, el terrícola contempla el romper de las olas en playas y
acantilados, con mansedumbre o estrépito de tormenta. La tercera
diferencia es el olor salino del agua del mar. Se estima que la
salinidad media de los océanos es de 35 gramos por kilogramo de agua
y que gran parte de esta sal se originó en las erupciones de los
volcanes y en las rocas ígneas enfriadas.
Islas Cíes, Pontevedra |
Los marinos y pescadores de
altura que se adentran en los océanos poseen un concepto del mar
muy distinto del que poseemos la mayoría de los individuos sedentarios.
Cuando se pierde de vista el litoral y el océano rodea la
embarcación por todas las partes, la sensación de lejanía, soledad
e indefensión se agudiza. Los navegantes soportan los embates del
mar en diminutas construcciones cóncavas. Las tempestades son a
menudo pavorosas y, en caso de naufragio, la ayuda solo puede llegar
por mar o por aire.
Las razones por las que los
humanos retan al mar son de negocio o de ocio. Entre
las motivos prácticos está el
aprovechamiento de los recursos marinos. El terrícola busca en la
mar los peces que le alimentan, en las aguas litorales o
pelágicas, según sea la pesca de bajura o de altura. En las
plataformas petrolíferas se perfora el lecho oceánico para extraer
petróleo y gas natural. También se aprovecha la energía de las
olas para producir electricidad. Por otra parte, los habitantes del
secano se han visto obligados a surcar el mar en sus desplazamientos,
y con los descubridores y comerciantes viajaron en las bodegas de los
barcos las semillas, los esclavos, los colonos, las ideas, los libros
y toda clase de mercancías que conformaron la civilización. Entre
los motivos de ocio están los baños de mar y la práctica de
deportes náuticos.
A Guarda, Pontevedra |
La navegación puede ser
superficial o submarina, si bien la submarina se restringe a usos
militares y científicos. El manto de tierra que hay en el fondo de
los océanos tiene un relieve de montañas, llanuras y valles. Esta
es la parte de nuestro planeta más inexplorada. El mayor abismo
conocido es la sima Challenger, en la fosa de las Marianas, con más
de 11000 metros de profundidad.
El acopio de saberes, creencias
y experiencias sobre el mar constituye un acervo cultural patrimonio de la humanidad. Siendo la mayor parte del planeta mar, se comprende
que buena parte de la civilización sea marina. Desde las sartenes a
los mitos, el mar no es ajeno a nadie por muy lejos que viva de la
costa. Los ríos que van a dar en la mar, las fuentes y los lagos son
hijos de Océano y de Tetis en la mitología griega. La palabra
latina mare viene del protoindoeuropeo mori-,
que forma el alto alemán mari, antiguo eslavo morje,
irlandés muir, galés mor, anglosajón merisc.
En alemán Meer es “mar”; Maar, “lago”; y Moor,
como en inglés, “pantano”. Los orígenes de la literatura se
remontan a mitos primitivos sobre el gran diluvio, y
a epopeyas de pueblos y héroes que surcaron la mar.
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