Acerca del paisaje, 6

Cabañeros




Los directores que han llevado al cine la novela del Quijote nos muestran, en general, al caballero andante cabalgando por eriales, alojándose en posadas de camino y batallando con molinos de viento o rebaños de ovejas. Es decir, han adoptado el punto de vista del historiador que no se sale un punto de la verdad. Las localizaciones del Quijote son, en consecuencia, las del territorio de la Mancha, aunque cabe conjeturar que la configuración del paisaje actual sea muy distinta de la de hace cuatrocientos años, tanto por causas naturales como económicas. Toda una generación de españoles estamos tan imbuidos de esta imaginería, que asociamos inevitablemente al caballero de la Triste Figura con Fernando Rey, Sancho Panza con Alfredo Landa y la Mancha con los trigales sofocantes de la serie de televisión.

Creemos, sin embargo, que hay otras adaptaciones posibles. Imaginemos una película del Quijote en la que interpreta al héroe un actor de edad madura, complexión recia y porte de galán, como Indiana Jones en sus últimas aventuras. A Sancho le permitiremos seguir siendo un gordo simple y bonachón, pero tanto él como su burro han de revestirse de la dignidad que corresponde al escudero de un caballero andante. Babieca ha de ser un caballo digno de la escuela de equitación de Viena... Y en cuanto a Dulcinea, el guion exige una deslumbrante pretty woman que iguale o supere la belleza de Penélope Cruz.

En esta singular versión cinematográfica los exteriores se grabarán en bosques propicios a la magia de Merlín, montañas en cuyas cuevas habitan los dragones, ríos de líquidos cristales y barcos encantados, castillos con enanos y princesas, etcétera. Quienes hayan paseado por los montes de Cabañeros en días de invierno tempestuosos sabrán que no hace falta alejarse de la Mancha para encontrar esa clase de localizaciones. No se trata, en efecto, del lugar de la Mancha donde Alonso Quijano cazaba perdices, pero sí de los paisajes que ve don Quijote y a los que alude de pasada el propio historiador: comenzaron a caminar por el prado arriba a tiento, porque la escuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna; mas no hubieron andado doscientos pasos, cuando llegó a sus oídos un grande ruido de agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se despeñaba... Era la noche, como se ha dicho, escura, y ellos acertaron a entrar entre unos árboles altos, cuyas hojas, movidas del blando viento, hacían un temeroso y manso ruido... Bien notas, escudero fiel y legal, las tinieblas de esta noche, su extraño silencio, el sordo y confuso estruendo de estos árboles, el temeroso ruido de aquella agua en cuya busca venimos, que parece que se despeña y derrumba desde los altos montes de la Luna... 
 
En definitiva, el mundo de don Quijote se asemeja más al de Tolkien que al de Azorín. No es cierto que el ingenioso hidalgo anduviera por los campos del 98, que todavía no se habían escrito. Los paisajes que sí estaban escritos eran los de las novelas de caballería y pastoriles; y la geografía fantástica de aquellas y el bucolismo de estas aguzaron la mirada interior de Alonso Quijano, quien, hecho caballero andante, verá en sus correrías por los reinos de Castilla y Aragón los paisajes de los reinos quiméricos que leyó en los libros causantes de su locura, del mismo modo que ve princesas, gigantes y serpientes voladoras, habitantes naturales de tales países de la fantasía.

Ojalá, por tanto, que un director como Peter Jackson nos mostrara al Quijote cabalgando por las Montañas Nubladas y el Bosque de los Trolls, aunque el equipo de grabación tuviera que desplazarse a ínsulas remotas o a las mismas antípodas.

Cabañeros

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