La escuela moderna



Nosotros no vamos a enseñaros a descifrar la factura del gas o la electricidad por dos motivos: primero, porque nosotros tampoco la entendemos; segundo, porque estamos convencidos de que no hay dios que la entienda.


Algunos pedagogos pretenden que una escuela adaptada a los tiempos modernos debería prestar más atención a la lectura de las facturas que a la lectura de los clásicos: es un pragmatismo razonable, que vela por el interés de los futuros ciudadanos. Pero una educación de calidad puede ir más lejos y enseñar, por ejemplo:

  • quién emite las facturas, quiénes son los capitalistas a los que debemos pagar, cuánto ganan, con qué partidos políticos y cargos del gobierno están compinchados, etcétera
  • recursos utilizados por las compañías de gas y electricidad para hacer ininteligibles su facturas
  • formas de defenderse los ciudadanos
  • alternativas al actual modelo de producción y distribución de la energía

Lo malo es que una escuela así exige una rigurosa formación en Física, Ética, Lingúística, Matemáticas, Historia... Con lo cual corremos el riesgo de volver a las mismas y que se nos acuse de seguir al pie de la letra la Enciclopedia Álvarez en tiempos de las aulas virtuales. Para entender la cuenta de la vieja no hace falta una escuela nueva, y una escuela nueva no es la que se limita a incorporar dispositivos telemáticos con la intención de enseñar lo mismo de siempre, es decir, lo que le interese al poder de turno. Sobre los abusos de las compañías de gas y electricidad y, en general, de los poderosos, se puede aprender más leyendo a los griegos que leyendo las páginas color salmón de la prensa, aunque sea en versión digital. 
 

Lo verdaderamente moderno consistiría en que nadie tuviera que perder el tiempo descifrando la factura de la electricidad porque esta estaría bien redactada o, mejor aún, porque la electricidad sería un bien público y no el negocio de unos pocos. En cuanto a la escuela, dejadla instruir a personas íntegras y ciudadanos honestos de una sociedad democrática en la que las luces sea de todos y para todos.



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