En
la clase de literatura se leía el soneto XI de Garcilaso, pero a
Pérez, el bruto, los endecasílabos del poeta soldado no le conmovían:
Hermosas ninfas, que en el río metidas / contentas habitáis en las moradas / de relucientes piedras fabricadas... Saber que el autor
había muerto asaltando un castillo francés, sí le parecía, en
cambio, un mérito digno de consideración: desde luego, mucho más
que escribir cursilerías.
-Pérez,
¿sabes lo que es una ninfa?
-Será
un bicho...
-Pero
hombre, Pérez, imagina que vas por el monte y te encuentras con una
ninfa.
-Pues
la mato a palos -contesta el bruto, destripador reputado de víboras
y alimañas.
El
profesor le explica que las ninfas son una especie de mujeres
mágicas, que andan desnudas por las orillas de los ríos y los
bosques...
Al
montuno se le ilumina la cara.
-¡Ah,
entonces... !.
Entonces
Pérez suelta una barbaridad que provoca risas, rebuznos y alboroto.
Lejos de enfadarse, el profesor también sonríe: la clase de lírica
renacentista ha sido un éxito.
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