First Schoolhouse in Sultan, Washington, 1895, University of Washington |
Los
que a colmillo retorcido disparan gargajos en la calle, se limpian
las babas excedentes con un pañuelo de papel y lo tiran
ostentosamente al suelo;
los que aparcan en segunda fila y,
amonestados por sus víctimas, alegan que obstaculizar el tráfico
durante un minuto no perjudica a nadie que no fuere un
quisquilloso, mala uva o cascarrabias a la par que cantamañanas;
los
que sacan a pasear el perro para que se alivie el vientre en la vía
pública o, en consideración a los zapatos de los viandantes, en la
hierba del parque donde gatean los niños;
los que celebran
botellones en la plazas de todos, importándoles un bledo desvelar al
trabajador del piso de arriba, al enfermo de cáncer o al recién
nacido, y consideran, por añadidura, una labor social de lo más
solidaria desparramar los desperdicios por la acera para que no les
falte trabajo a los barrenderos municipales;
los partidos de la
izquierdilla alternativa que jalean tal revolución lúdica y
neoliberal:
todos estos debieran figurar en la lista de los granujas
más buscados -junto a ministros facinerosos, fulleros del gran
capital y alcaldes rebuznadores- por enemigos de lo público. Serán,
tal vez, menos peligrosos porque tienen menos poder; pero mentalidad,
no os quepa duda, la misma.
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