El maestro de gimnasia y retórica que soñó Antonio Machado pedía a sus alumnos un poco de amistad y ese mínimo de respeto que hace posible la convivencia entre personas durante algunas horas. Nosotros hemos pasado muchas horas juntos (Alejandro las calculó), hemos salido de excursión, hemos leído y navegado por la red, hemos visto películas, noticiarios y documentales y, a veces, hemos prestado alguna atención al libro de texto. Ojalá todas las clases del Instituto fueran como la vuestra: que los alumnos, en grupos no demasiado numerosos, se sentaran alrededor de una mesa común, y que dialogar y ayudarse unos a otros fuese la norma, y que ninguna norma prohibiese mezclar las asignaturas y las lenguas, como conviven promiscuamente en la realidad.
Tened en cuenta, sin embargo, la advertencia del profesor imaginario de Machado: Pero no me toméis demasiado en serio. Pensad que no siempre estoy yo seguro de lo que os digo... No es fácil que pueda yo enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente, porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos. ¿Cómo se puede tomar en serio a un profesor que consulta a diario el estado del tiempo en la base Vostok, allá por el Polo Sur; que prohíbe a los alumnos hablar mal de Segovia; que llega tarde a clase, pero no por vicio y vagancia, sino por culpa de las tareas directivas; que recomenda, para ser bos galegos, andar ata o cabo Fisterra e subir a Pena Trevinca; que cuenta anécdotas de viajes, porque le gustan la mochila y los montes más aún que los libros; e aínda peor, que non sabe o que significa debullar?
Os recuerdo que vosotros no
habéis recibido unas enseñanzas simplificadas o vulgarizadas, por
lo menos en lo tocante a mi asignatura. Si dentro de unos años,
cuando seáis mecánicos, reposteros, peluqueros, informáticos,
universitarios, etc., comprendéis que la vida puede ser más plena
viajando y leyendo libros; si asumís que la historia, la economía y
la política son asuntos de todos, y no de los listos de siempre,
habréis aprendido bastante. La formación profesional es tan respetable como la formación universitaria y no supone, desde
luego, renunciar a la ridículamente llamada “alta cultura”.
Vosotros habéis aprendido que la cultura no es sinónimo de
aburrimiento y pedantería. Las calles de Viana do Castelo, el
sendero del Miño, el castro del Alto dos Cubos, las Gándaras son
cultura viva, curiosidad y alegría de conocer; como la terrorífica
historia del gato negro, el aciago destino del maestro de escuela de
A lingua das bolboretas, el inquietante mundo rural de
Lobosandaus o el dilema moral de los perros en La paz
perpetua. Lecturas, caminos; ya lo dijo el Quijote: Quien anda
mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho. No penséis que esos
libros y lugares son lujos reservados para otros, una minoría
exquisita. Si creéis que todo ese mundo
fascinante es inalcanzable para vosotros, nosotros habremos fracasado como profesores.
Seguiremos viéndonos. Tal vez
algún día pruebe la tartas preparadas por Sara o lleve mi flamante
Scenic Dci 95 a que lo revisen en el taller de Alejandro R. o Fran
(¿seréis socios?). Si Eliseo estudia peluquería, por razones
capilares que saltan a la vista, no creo que tenga en mí a un buen
cliente. Lo siento. Alejandro P. habrá aprendido a instalar el
sistema operativo Linux, que, como todo el mundo sabe, es el mejor
del ciberuniverso. En cuanto a Elena, a lo mejor soy su profesor en
cursos superiores, y será cada vez mejor lectora y escritora.
Solo me queda desearos que
cuando seáis mecánicos, reposteros, peluqueros, informáticos,
universitarios, os toméis en serio vuestro trabajo. Tomarse en serio
un trabajo significa ser consciente de la importancia de ese trabajo
para los demás y para vuestra dignidad como personas. En vuestras
manos estará algo tan importante como la seguridad del coche en que
se desplaza una familia, el placer de una sobremesa con dulces, café
y copa (sin alcohol), que alguien se sienta a gusto con su propia
imagen, que los ordenadores funcionen, etc. Por eso, porque sois
importantes para la sociedad y, más aún, para la gente que os
estimamos, cuidaos y haced todo lo posible por ser buenos profesionales y mejores personas.
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