En la escuela de
calidad que se avecina, todos los profesores hablarán inglés, y
dominarán las tecnologías de la información y la comunicación.
Se acabarán las
lecciones magistrales que aburrían hasta a las piedras. Ningún
escolar tendrá que escuchar a ningún profesor revestido de
prepotencia y fatuidad.
Habrá protocolos para
tratar a los ciegos, a los disléxicos, a los homosexuales, a los
alumnos de altas capacidades, a las minorías religiosas, a las
mujeres acosadas, a las víctimas del acné, a los gordos, a los
enamorados sin suerte... cada uno con su diagnóstico, pautas, procedimientos de evaluación, etcétera. De este modo,
la Administración garantizará una enseñanza diversa a cada miembro
de la sociedad, y se asegurará de que no exista la sociedad.
Los padres contratarán
a psicopedagogos privados para que denuncien las malas prácticas de
los profesores. Los profesores contratarán los servicios jurídicos
de los sindicatos para defenderse de las denuncias de los padres y de
la inspección educativa. Las tutorías se efectuarán ante notario o
bien se prescindirá de ellas, pues los grupos de conversación de
whatsapp las hará innecesarias.
El absentismo escolar
se controlará mediante sistemas de geolocalización por GPS: un
mensaje instantáneo alertará a los padres de las criaturas que falten
a clase. A medio plazo, si se consolidan los avances en la guerra de
las galaxias, un rayo láser lanzado desde satélites orbitales
neutralizará a los prófugos.
En las puertas de los
institutos habrá cámaras de videovigilancia y detectores de metales
para evitar masacres perpetradas por individuos a los que el sistema
educativo no supo comprender ni integrar.
No habrá tiempo para
enseñar la revolución rusa, la literatura de los juglares o las
derivadas, pero todos los profesores montarán turnos de guardia en
los patios y servicios del Instituto. Los que hayan cumplido el servicio
militar recibirán el grado de sargentos.
Los profesores de
guardia acompañarán a los adolescentes hasta la parada del autobús, aunque no necesariamente de la mano. Mientras los acompañan,
aprovecharán para dirigirse a estos en inglés.
Para que los escolares no se aburran en casa, los deberes serán
obligatorios y se
complementarán con actividades extraescolares. Si protestan los
padres progresistas, se suprimirán los deberes y se fomentarán, en cambio, los
talleres de autonomía personal y motivación para el aprendizaje.
Las asociaciones de
padres reivindicarán vacaciones más cortas, y el gobierno y la
confederación de empresarios les dará la razón.
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