Esas eses


Vincent van Gogh, La noche estrellada

No recuerdo si fue un profesor de latín del instituto o la facultad el que nos ponía como ejemplo de la figura retórica de la aliteración los versos del principio del libro II de La Eneida que dicen, describiendo el caer de la noche: ...et iam nox umida caelo / praecipitat, suadentque cadentia sidera somnos; en los que la repetición de fonemas sibilantes evoca el sosiego de esa hora propicia a los ensueños y revelaciones. La misma concurrencia de sonidos se aprecia en unos endecasílabos de la Égloga tercera de Garcilaso, a los que tan aficionados son los libros de texto de Lengua castellana y, en consecuencia, los profesores de dicha asignatura: en el silencio solo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba; paradigma de la aliteración onomatopéyica, pues los sonidos de la lengua quieren imitar los sonidos de la naturaleza. Aún a estas alturas, por deformación literaria, es yo ver la cola de una estrella fugaz y venirme a la memoria los hexámetros de Virgilio; u oír el zumbido de un moscardón y soltarme a declamar estrofas pastoriles ... Aunque a mí, la verdad sea dicha, tantas eses adosadas en una frase me suena más a silbido de serpiente venenosa que a músicas celestiales.

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