Do you inhale?, Museumsyndicate.com |
Los
universitarios que cada principio de curso merecen la atención
incisiva de los medios de comunicación por las novatadas que, sobre
todo en los colegios mayores, residencias caras y a menudo elitistas,
infligen a los compañeros que recién se incorporan a los estudios
superiores son una prueba fehaciente del fracaso de la escuela. Es en
estos detalles en los que deberían fijarse los informes PISA, la
prensa y las asociaciones de padres, en vez de acatar embobados los
oráculos de los analistas de mercados y diseñadores neoliberales de
planes pedagógicos.
Se
escudan los pijoporretas para
justificar sus fechorías en el taurino argumento de autoridad de la
tradición o costumbre (el inapelable siempre ha sido así); y
si leyeran literatura picaresca, cosa que no crean que hagan, porque
los más instruidos, casi siempre mujeres, leerán Cincuenta
sombras de Grey, y los más catetos, las instrucciones para
fulminar terroristas en la Play Station, comprobarían que las
formas de humillar al prójimo apenas han evolucionado desde el Siglo
de Oro, como también se puede constatar en esos desagradables museos
de la tortura que se han puesto de moda en todas las ciudades
vetustas, y que suelen ser un buen reclamo para el turismo de
familia, pues, ¿qué niño en sus cabales preferirá un museo de
pinturas atiborrado de bodegones, visitado a todo meter de la mano de un papá obstinado en culturizarlo, antes que un
antro siniestro en el que se exhiben artilugios para descoyuntar
huesos de herejes y arrancarles las uñas? Cuando en Portugal se
inició el debate sobre la prohibición de las novatadas tras el
ahogamiento en el mar de unos jóvenes que, presuntamente, estaban
siendo víctimas de bromas vejatorias, hubo incluso manifestaciones
en defensa de la sacrosanta Tradición, sin la cual las naciones
dejan de ser naciones y los pueblos andan como vendidos al mejor
postor, hinchándose de hamburguesas y rollitos de primavera en
detrimento de las morcillas autóctonas.
Otro
argumento es que el ritual de las novatadas posee el efecto
beneficioso de favorecer la integración en el grupo, así que los
que ya pasaron por ellas y fueron asimilados aplican el mismo
procedimiento a los novatos, sin superar el cual estos estarían
condenados a la marginación. Lo que para el observador superficial
pudiera parecer un trato denigrante, se nos revela desde dicha
perspectiva antropológica como una especie de afable ritual de
acogimiento.
Cuando
existía el servicio militar obligatorio, los veteranos eran una
autoridad en los cuarteles, por lo menos de puertas adentro, en los
barracones donde, asistidos por una tropa de rufianes, ejercían su
dictadura, más brutal, si cabe, que la de los suboficiales y
oficiales. Esta forma de sometimiento no solo se conocía y toleraba,
sino que constituía el primer eslabón de una cadena jerárquica
perfectamente organizada para que unos obedecieran a otros y todos se
tuvieran miedo. Que en los colegios mayores, habitados por gente
instruida, en un ambiente grato y de libertad absoluta, se copien las
pautas de conducta de los cuarteles y las cárceles; que las futuras
élites del país se comporten como reclutas chusqueros y que esto
sea motivo de debate entre tertulianos, y no de sanciones inmediatas,
revela una idea perversa de la educación de los jóvenes.
Es
notable que muchos padres justifiquen los excesos de los fines de
semana de sus hijos -alcohol, drogas, conducción criminal- alegando
que, durante el resto de los días, se muestran responsables en los
estudios y el trabajo. Con tal de que tengan éxito académico y
profesional, con tal de que cumplan su contrato con la sociedad en
los días laborables, con tal de que se sometan al yugo, todo se les deja
hacer, todo se deja pasar con exquisito liberalismo; además, considerando
que hasta en el ocio consumen y se idiotizan compulsivamente, todo
son beneficios para el sistema.
Quién
no la ha liado parda en sus años jóvenes me reprocharán con
nostalgia los adultos que dicen comprender a la juventud y se
muestran tolerantes con su natural vehemencia. Y yo sonrío con ellos
y trato de espantar al fantasma del abuelo cascarrabias: ¿acaso no hubo
siempre borracheras de vino peleón, reyertas a navajazos y
costumbres más bárbaras que las de ahora? Es propio de la juventud
molestar. Vale. Pero, ¿a quién? Mientras molesten a los vecinos en
los botellones y a los novatos en los colegios mayores, no molestan
al gobierno; y mientras no hostiguen al poder, nihil obstat. O
dicho en latín moderno: Don't worry, be happy.
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