Viaje de Turquía, VIII: sobre la diversidad de tierras


Scutari, Constantinople, Turkey by  Unknown Artist
Scutari, Constantinopla, Turquía, Library of Congress

El capítulo VIII del Viaje de Turquía trata de las disputas de Pedro de Urdemalas con los médicos de Sinán Bajá, capitán de la armada turca. Recordemos que Pedro había sido apresado en la costa de Italia y llevado como galeote a Constantinopla, donde se hizo pasar por médico -para ser exactos, médico de orina y pulso-, por ser un oficio que le permitía ascender en la escala social de los cautivos. 
 
Su formación improvisada y autodidacta no supuso obstáculo para que llegara a codearse con los médicos judíos del rey, si bien las discrepancias con estos físicos de palacio le causaron más de un disgusto. Entre otras causas de recelo, estaba la condición de extranjero de Urdemalas. Tal es así que el protomédico principal, Amón Ugli, quiso convencer al Bajá de que no le convenía curarse con el español cristiano porque era joven y en su tierra podía ser buen médico, pero que allá eran otras la complexiones y la diversidad de tierras. Es decir, que la ciencia de Occidente no valía para Oriente. 

Para defenderse de los malsines cizañadores, Pedro de Urdemalas matiza el argumento de la diversidad con notable sensatez. Sostiene el cautivo castellano que toda su ciencia procedía de Hipócrates, Galeno, Aecio y Paulo de Egina, sabios del mundo griego o bizantino, del que formaba parte Constantinopla; mientras que la ciencia de los doctores de Constantinopla se basaba en las obras de Avicena y Averroes, y era, por tanto, originaria de la España andalusí. El mundo, pues, al revés. 

Urdemalas viene a decir que la civilización occidental no es un invento de Occidente, o del autodenominado mundo occidental, ni la civilización oriental la trajeron los reyes magos de los desiertos de Arabia, mal que les pese a los destuctores de los budas de Bamiyán o los templos paganos de Palmira. El texto, del siglo XVI, alude a la ciencia médica, cuyo carácter universal quizá pocos pongan ya en duda, pero a cuántos demagogos se les llena la boca hablando de democracia, sociedad civil y laicismo como si fueran valores genuinamente occidentales, intransferibles a otras civilizaciones, por más que los occidentales tratemos de exportarlos con toda nuestra buena voluntad y algún que otro bombardeo. A los enemigos de dichos valores, en fin, les suponemos encantados de que les degüellen los fanáticos, exploten los jeques marbellíes y rijan sus vidas los sumos sacerdotes. 
 
Cautivo en tierra de infieles, Urdemalas vio en el enemigo turco a un prójimo no tan distinto de nosotros ni tan despreciable. Incluso cuando Juan Matalascallando dice: A mí me paresce que ser esclabo acá es como allá, Urdemalas le advierte de que él preferiría cuatro años entre turcos que uno en las galeras españolas. Poco antes, en el camino donde se encontraron, el pícaro de Matalascallando se había admirado de la sabiduría de Urdemalas y había sentenciado: Gran ventaja nos tienen los que han visto el mundo a los que nunca salimos de Castilla. ¡Mirad cómo viene filósofo y quán bien habla!


Comentarios