De Valeriano Domínguez Bécquer - Museo de Bellas Artes de Sevilla., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=564455 |
Enfermo de romanticismo
y tuberculosis, Bécquer tenía la buena costumbre de salir al monte
armado con una escopeta. Lo cuenta en Cartas desde mi celda,
que escribió durante su estancia en el monasterio de Veruela entre
1863 y 1864. Sus utensilios de paseante solitario incluían una
cartera de dibujo y algún libro de Shakespeare o Byron. Valeriano,
el hermano de Gustavo, lo pintó dibujando al aire libre o mientras leía y caminaba por el país del Somontano: haciendo, en fin, una
vida mitad por mitad literaria y campestre.
Pero, ¿para qué
quería la escopeta Gustavo Adolfo Bécquer? Los lectores de las Rimas
y Leyendas no nos imaginamos al autor abatiendo las
manadas de lobos del Moncayo; y, desde luego, no le perdonaríamos
que se entretuviera disparando a las oscuras golondrinas. Un hombre
que veía en los bosques esqueletos de caballeros templarios, ninfas,
gnomos y corzas blancas no podía ser un buen ojeador de venados. Él
mismo lo reconoce en la primera carta: en un rincón veo la
escopeta, compañera inseparable de mis filosóficas excursiones, con
la cual he andado mucho, he pensado bastante y no he matado casi
nada: he aquí una
pintoresca relación sobre la utilidad de las armas.
Los románticos
modernos, que salimos al monte armados, todo lo más, con una navaja
suiza para cortar las rodajas de chorizo, deberíamos acordarnos
de la expedición a Veruela de los hermanos Bécquer. ¿Qué peligros
temía encontrarse Gustavo Adolfo en las selvas del Moncayo? Quizá
bandidos, guerrilleros, fieras, quién sabe. El caso es que por si las moscas, por si
algún espíritu de ojos verdes pretendía ahogarlo en el fondo de una laguna negra,
el poeta no le hacía ascos a la mezcolanza de las armas y las letras en sus filosóficas
excursiones.
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