Pinos




 Viajero, tú nunca
te olvidarás si pisas estas tierras
del pino.
Claudio Rodríguez


Soy el viajero que nunca olvidará las tierras del pino. He andado tantas horas entre los pinos que la suma de las mismas es un problema de cálculo infinitesimal. 

Mis primeros pinos fueron los pinos de la sierra de Guadarrama. 

Yo distinguiría entre los pinos del verano, que son los árboles de las vacaciones, y los demás. Los pinos del verano acogen en su sombra a los amantes agrestes, que se acuestan en cama de cantueso, y a los lectores ilusos, que se desmayan con el aroma de las jaras. Los pinos que tronchan las ventiscas de nieve son buenos para los lobos y las aves invisibles de reclamos lóbregos. Forman túneles del horror en las cañadas donde se extravían los caminantes desnortados. En las lomas y puertos situados a más de dos mil metros de altura, los pinos enanos son como estelas de tumbas y la nieve, el sudario. 

Algunos pinos conservan incrustados en sus troncos restos de metralla, de modo que, al cortarlos, se mellan los dientes de las motosierras. Porque los pinos guardan la memoria de las batallas y en los pinares persisten las sendas de los pastores trashumantes, los juglares, los carboneros, los gabarreros y toda la gente del bosque. Otros pinos se hicieron descubridores y navegaron a ultramar. 

Salud, camaradas pinos: saluda el vagabundo a los pinos de los Balcanes. En Noruega los pinos confinan con la tundra, los abedules y las bayas de arándano. En las Landas de Aquitania nos reciben nada más cruzar la frontera. Si cruzas el océano, el pino de Jack crece en los bosques de Canadá. Por algo dice Antonio Machado que el pino es el planeta.

En cierta ocasión, un habitante de la ciudad, extasiado ante la inmensidad del pinar, exclamó: “¡Qué cantidad de aire puro!”; a lo que un paisano, que trabajaba en el monte, repuso: “¡Qué cantidad de millones de pesetas!” (entonces existían las pesetas). Pido disculpas a todos los trabajadores forestales por mis ensoñaciones de paseante solitario. Ellos son los verdaderos colegas de los pinos.

A los pinares de la Garganta, las Mesas, el Baldío debo mi amistad con los caminos y otros amores, que son todo lo que tengo. Quizá todo acabe en una caja de madera de pino; quizá, en una hoguera de leña de pino... Viajero, ¿habrá algo más allá de las tierras del pino?

Comentarios