Socialismo, amor y zapatos italianos



En La verde luz de las estepas, traducido por Ibon Zubiaur y publicado por Errata Naturae en 2015, Brigitte Reimann refiere su viaje con una delegación de la República Democrática Alemana a Kazajistán y Siberia durante el verano de 1964.

La autora de Franziska Linkerhand, que desde sus primeras obras siguió los postulados de la vía Bitterfeld, según la cual los intelectuales debían experimentar las condiciones de vida de los obreros, manifiesta en su diario admiración por los pioneros del comunismo en las Tierras Vírgenes y una entrañable simpatía por las gentes de la Unión Soviética.

Observa la escritora alemana que los científicos instalados en Siberia, en remotas ciudades de nueva planta, cuentan con medios extraordinarios para dedicarse a sus investigaciones, pero llevan una existencia laboriosa y sencilla al servicio de la comunidad: Lo que más hondamente nos conmueve es la noble decencia, la amable humildad de los científicos: están libres de arrogancia y de engreimiento y del afán de gloria, aquí no se hacen grandes nombres. Es verdad que “sirven a su pueblo” con una alta conciencia de su responsabilidad.

En Irkutsk, a la orilla del Angará, repara en que: En los bancos del parque hay gente sentada leyendo, y a veces pasan a su lado chicas jóvenes con un libro en la mano, absortas y sin levantar la vista. Son las mismas imágenes que en Moscú, donde en el cochecito de niño y en el taxi hay libros, y los viajeros del metro leen mientras bajan las largas escaleras mecánicas.

Sobre Nadia, la intérprete rusa que acompaña a la delegación en el viaje, escribe: Hemos hablado de mil cosas, del socialismo y el amor y los zapatos italianos y Matisse, pero ni una sola vez de que pertenecemos a dos naciones distintas

Valgan estas citas para entender por qué a Brigitte Reimann se le encoge el corazón al abandonar la URSS y se declara, sin embargo, feliz y enamorada de la vida.


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