Violencia escolar




Los que ante un caso de violencia escolar divulgado con sensacionalismo obsceno por los medios de comunicación se limitan a echar la culpa de todo lo que pasa a los profesores (dónde estaban, qué hacían, por qué no se enteraron: interrogantes que preceden a una sarta de incitaciones a la denuncia de los equipos directivos y al colgamiento por los cojones de los maestros responsables de la vigilancia) son, en cierto modo, la misma caterva de individuos que en el centro de salud la emprenden a insultos o porrazos con el médico porque este no les cura su enfermedad como ellos quisieran o no les dedica la atención que estiman oportuna. Los cuales, en definitiva, vienen a ser los mismos que echan pestes de la política y los políticos, sin distingos de ideologías, metiendo en el mismo saco a defensores y detractores de los servicios públicos. Luego se escandalizan hipócritamente cuando ven las consecuencias del deterioro de la educación, y maldicen y amenazan con saña al débil, al trabajador público, pero nunca al poderoso: la misma política que practican los matones y aprendices de rufianes en el patio de la escuela.


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