Hernando
de Acuña lo cifró en un endecasílabo memorable: Un Monarca, un
Imperio y una Espada. Fue un tiempo de damas imposibles que
volvían el fuego en nieve, anhelos de huida del mundanal ruido,
pastores metidos a filósofos que languidecían de amor en montes idílicos, ninfas y dioses
del panteón heleno, visiones de los místicos, relatos vagabundos de
los pícaros, quincallería culterana y filigranas conceptistas,
sueños rotos de la caballería andante, honra defendida de los
maridos cornudos.
En
la primera lección, abordaremos los orígenes del capitalismo y la
civilización moderna, sin lo cual no se entiende el esplendor
cultural del Renacimiento. Tomando una frase prestada de Bartolomé
de las Casas, la titularemos Extirpadores y capitales enemigos del
linaje humano. Y leeremos un capítulo de la Brevísima
relación de la destrucción de las Indias
(1552), en el que se
refiere la llegada de los conquistadores a la isla Española, y cómo estos abusaban de las mujeres y de los hijos de los indios, y cómo se aprovechaban de su trabajo. Aprenderemos cómo los indios se
levantaron en armas, que son harto flacas y de poca ofensión,
según el obispo de Chiapas,
y cómo los españoles, muy superiores en armamento, los
degollaban, los descuartizaban, desbarrigaban a las mujeres preñadas,
los quemaban vivos y los arrojaban a perros entrenados en devorar
carne humana, y hacían otras matanzas y crueldades extrañas.
Esbozado el contexto histórico, pasaremos al tema siguiente, que es
el meollo de la cuestión: Discursos sobre la
dignidad del hombre: filantropía y racionalismo
humanistas.
Comentarios
Publicar un comentario