Motivación





No es lo mismo preguntarse por qué estudiar Gramática, Aritmética o cualquier otra disciplina en la escuela que preguntarse a cambio de qué estudiarlas. Lo primero tiene que ver con la motivación, término de moda en los ambientes educativos; lo segundo, con la incentivación, término de moda en los ambientes empresariales.

Motivar, aparte de explicar la razón por la que se hace algo, ejercicio de gran rigor y honestidad intelectuales, significa influir en el ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo. Sinceramente dudamos de que sea esa comunión de inteligencia la panacea a la que llaman motivación los que se llenan la boca hablando de motivación. Motivar a los alumnos es mucho más complejo que ganarse su voluntad con incentivos. ¿Cabe mayor éxito pedagógico que, desde la esfera sublime de las ideas, influir en el ánimo de los escolares para despertar su interés por el aprendizaje? 

Por si acaso, nosotros alabaremos las bondades de la literatura en nuestras clases, efectuaremos lecturas dramatizadas, desterraremos los tediosos comentarios estilísticos y nos comprometemos a ofrecer: al alumno que lea un libro, aunque fuere de adolescentes enamoradizas y vampiros seductores, un punto; dos a quien lea dos, permitiéndose clásicos contemporáneos como la biografía de Messi o la Biblia del Real Madrid, y aprobado cum laude a los de tres, entre los que recomendaremos novedades tales como el cuento de los tres cerditos en versión manga.

¿Hay alguien que dé más?


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