Entre
los volúmenes de la Biblioteca Castro que me regaló una tía mía,
librera y teóloga para más señas, hallé La espantosa y
admirable vida de Roberto el Diablo, leyenda de origen medieval
que se inspiró, al parecer, en la vida de Roberto I de Normandía
(s. XI) y cuya versión castellana se imprimió en Burgos, por
Fadrique de Basilea, en 1509.
La
historia cuenta que una pareja de duques normandos no podía tener
hijos, por lo que era infeliz, y, en su desesperación, invocaron al
demonio para que les diera descendencia. La mujer quedó embarazada y
tuvo un niño, al que llamaron Roberto; el cual en la infancia, por
sus muchas fechorías, pasó a ser conocido como Roberto el Diablo.
El
niño se hizo joven y se convirtió en un criminal. Todo el mundo le
temía. Hasta que hastiado de tanta infamia, Roberto se enteró de la
verdadera causa de su maldad, cuando su madre le contó el pacto con
el diablo gracias al cual había sido engendrado. A partir de entonces empezó
la mudanza de Roberto el Diablo en Roberto el Bueno.
Lo
primero que hizo fue matar a sus compinches en la casa que tenían en
el monte. Luego peregrinó a Roma para solicitar el perdón del Papa.
Un ermitaño, confesor del Santo Padre, le impuso como penitencia que
se hiciera el loco y el mudo, y que se alimentara con la comida que
pudiese disputar a los perros.
Roberto
el Bueno no solo expió ejemplarmente sus pecados, sino que incluso
ayudó al emperador de Roma en la guerra contra sus enemigos, lo que
le valió el matrimonio con la hija del emperador.
A
estas alturas de la historia, al lector despistado o encandilado por
tanta fe y por la misericordia divina, casi se le han olvidado los
crímenes del antiguo Roberto el Diablo: Y dende a pocos días
allegó todos los que halló de su condición y salió de la ciudad
con ellos, y quantos encontrava matava y robava; y entrava en las
aldeas y forçava las mugeres y matava los maridos y corrompía las
donzellas, no mirando si eran madre o hija, o si eran hermanos.
Antes de ser armado caballero, Roberto había acuchillado al maestro
que se encargaba de enseñarle y adoctrinarle: unos padres le fueron al maestro con la queja de que Roberto había apedreado a sus hijos y el maestro cometió la imprudencia de dar una bofetada al insolente alumno.
De
Roberto el Diablo hay una ópera compuesta por Giacomo Meyerbeer y
estrenada en París en 1831, pero no se corresponde con el argumento
de la historia que hemos referido. En la película española de Pedro
Lazaga (1957), Roberto es el hijo de un cacique de pueblo y la trama
gira en torna a la relación amorosa de este joven con la hija de una
familia hostil.
Leí
el libro durante días de helada en la Montaña, arrimado a la lumbre
y acechando las sombras temeroso de que apareciera el Hombre del Saco
o el Sacamantecas. Es una buena lectura para climas tenebrosos.
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