Aunque
con temperaturas más modestas que las de Polonia o Rusia, aquí también hay ola de frío. Como en todos los países avanzados, el
gobierno declara la guerra a la nieve, ordena despejar las carreteras
y moviliza a la Unidad Militar de Emergencias. Las regiones afectadas
compiten en marcas de frío extremo aportando datos de las estaciones
meteorológicas situadas en los lugares más agrestes y despoblados.
Los viejos se sonríen ante tanto alarmismo. Los niños se ríen a mandíbula batiente jugando con los copos y libres de la escuela. Los
esquiadores se alegran. A las mujeres y hombres del campo no les pregunta nadie.
Si
hace frío y aumenta la demanda de calefacción, los capitalistas
aprovechan para subir el precio de la electricidad. Cuando hace calor
y aumenta la demanda de aire acondicionando, también. Es cierto que
en Navidad sube el precio de los percebes. Pero quien no quiera o no
pueda comprar percebes, puede cenar pechuga de pollo. En cambio, para
combatir el frío, la mayoría de la gente dependemos de las grandes
empresas de distribución de energía, y no hay gobierno que castigue
los abusos de estas y vele por el bienestar de los ciudadanos. El
gobierno son ellas, en cuyos consejos de administración se sientan
los mismos demócratas que desde los escaños parlamentarios claman a
favor de la soberanía nacional.
En
resolución, ni siquiera las entrañables postales blancas del
invierno son inocentes. Con todo especulan, de todo sacan beneficio
los poderosos. Y cuando por culpa de su avaricia los inviernos no
existan y, según predicciones catastrofistas, suba el nivel de los
mares y estemos con el agua al cuello, ya se las apañarán para
vendernos chalecos salvavidas.
Comentarios
Publicar un comentario