Cuaderno de invierno, 15 (o no solo de frío muere el hombre)



Aunque con temperaturas más modestas que las de Polonia o Rusia, aquí también hay ola de frío. Como en todos los países avanzados, el gobierno declara la guerra a la nieve, ordena despejar las carreteras y moviliza a la Unidad Militar de Emergencias. Las regiones afectadas compiten en marcas de frío extremo aportando datos de las estaciones meteorológicas situadas en los lugares más agrestes y despoblados. Los viejos se sonríen ante tanto alarmismo. Los niños se ríen a mandíbula batiente jugando con los copos y libres de la escuela. Los esquiadores se alegran. A las mujeres y hombres del campo no les pregunta nadie.


Si hace frío y aumenta la demanda de calefacción, los capitalistas aprovechan para subir el precio de la electricidad. Cuando hace calor y aumenta la demanda de aire acondicionando, también. Es cierto que en Navidad sube el precio de los percebes. Pero quien no quiera o no pueda comprar percebes, puede cenar pechuga de pollo. En cambio, para combatir el frío, la mayoría de la gente dependemos de las grandes empresas de distribución de energía, y no hay gobierno que castigue los abusos de estas y vele por el bienestar de los ciudadanos. El gobierno son ellas, en cuyos consejos de administración se sientan los mismos demócratas que desde los escaños parlamentarios claman a favor de la soberanía nacional.


En resolución, ni siquiera las entrañables postales blancas del invierno son inocentes. Con todo especulan, de todo sacan beneficio los poderosos. Y cuando por culpa de su avaricia los inviernos no existan y, según predicciones catastrofistas, suba el nivel de los mares y estemos con el agua al cuello, ya se las apañarán para vendernos chalecos salvavidas. 
 

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