Cuaderno de invierno, 8 (o la bomba que no explotó en el edificio de la Telefónica)



Paseando por la Gran Vía de Madrid, me paro a contemplar el edificio de la Telefónica. No es su altura lo que me llama la atención, modesta en comparación con la de los modernos rascacielos, sino el recuerdo de los bombardeos que sufrió en la guerra.


Debo este interés a la reciente lectura de los libros de Arturo Barea, que, como se sabe, trabajó ahí, en una oficina de censura del gobierno republicano, durante el sitio de Madrid por los fascistas. En La forja de un rebelde se cuenta el caso de una bomba alemana que cayó en el edificio y no explotó. Contenía un mensaje. Había sido saboteada por los trabajadores alemanes en solidaridad con el pueblo español. 
 

Al lado de la Telefónica hay un centro comercial que atrae a multitud de consumidores por sus precios baratos. Dicen que en las etiquetas de sus productos han aparecido mensajes de auxilio. Están escritos por los trabajadores asiáticos que los fabrican y denuncian la explotación laboral de que son víctimas.


¿Nos solidarizamos nosotros con ellos?


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