Réquiem por la instrucción pública




¡Qué limpio sonaba aquello de “instrucción pública”! ¡Qué gorrino me suena “educación”, “formación” o, peor todavía, “formación integral”! clama Sánchez Ferlosio en el iracundo a la par que certero pecio titulado ¡Fuera papás! Si supiera el autor de La hija de la guerra y la madre de la patria (2002) que no ya la “instrucción pública”, sino su heredera desafortunada y analfabeta funcional, la “educación” son, como las hachas líticas, antiguallas de la prehistoria, vestigios de un tiempo pretérito en que era responsabilidad de los Estados proveer a sus ciudadanos de energía, red ferroviaria, líneas aéreas, sanidad y sabiduría, y que se va camino de convertir el sistema educativo en una especie de servicio asistencial, equivalente al que se presta a las personas mayores que no tienen a nadie que cuide de ellas en la familia, más puerco le sonaría todo ese rollo tertuliano del consenso educativo, el pacto educativo o la educación de calidad. Pues si los radicales no lo remedian, las escuelas públicas están inevitablemente abocadas a ser centros de día donde los papás desquiciados por los horarios laborales o, peor aún, por la condena del paro, depositen a los niños y adolescentes para que los atienda el Estado, disfruten de la compañía de chicos y chicas de su edad; y los antiguos profesores de Matemáticas, Lengua, Historia, Química, etc., arcaísmos por partida doble, dada su condición de funcionarios y de especialistas en materias obsoletas, los entretengan y los preparen para estar en la sociedad (que no para ser, como pretenden los demagogos), cumpliendo el protocolo de no apretarles demasiado las clavijas del pensamiento, impartirles una cultura ligera y fragmentaria, rodearles de un confortable ambiente tecnológico y no darles disgustos para evitar frustraciones. Habrá, desde luego, quien más tarde quiera estudiar Medicina o Ingeniería y descubra que nada de eso le vale para nada en la universidad. Pero para subsanar dicho inconveniente no tardarán en florecer los Máster de Enseñanza Secundaria, que se impartirán en campamentos de verano, alternando las Matemáticas con la hípica, y que, sobra decirlo, tendrá que pagar cada familia de su bolsillo.


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