Las caminantes




Aún andan por los caminos acompañadas o temerosas. Y no es que las espante la aspereza de los montes, el lobo feroz o la hueste antigua, sino que las asustamos nosotros, amos y señores de la creación. Si se encuentran con uno de nosotros en un camino solitario, su primera reacción será de desconfianza. No verán en nosotros al ornitólogo aficionado, al buscador de setas o al senderista, sino al posible agresor. Responden al saludo y aceleran el paso.


Las encerramos y las prohibimos la libertad de los caminos para que nos cuidaran la casa. Hubo, sí, peregrinas, gitanas, soldaderas, cómicas, pero estaban mal vistas. Se decía: Peregrina salió y puta volvió, aunque Egeria volvió con el libro de su viaje a Oriente, casi mil años anterior al de Marco Polo.


 El día que anden por los caminos despreocupadas y seguras, al menos con la misma despreocupación y seguridad con que andamos nosotros, habremos avanzado un largo trecho hacia un mundo mejor: con caminos que haremos juntos al andar, con paisajes nunca vistos...



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