Menos églogas




Ah, esos amantes despechados que se retiraban a los montes con un rebaño de ovejas y al acompasado son de los balidos ovinos y las rumorosas corrientes de los ríos, sin otros afanes agropecuarios que los distrajeran, suspiraban y desfallecían y soltaban a diestro y siniestro endecasílabos en los que endiosaban a sus ingratas enamoradas, haciendo con su dulce canto cerrar el pico a los pájaros cantores, que desde las ramas de las venerables encinas absortos los escuchaban; esos amantes despechados que, en vez de maltratar a sus mujeres, se entregaban a la bucólica melancolía de las selváticas soledades, has de saber, Fabio, que nunca existieron más que en las figuraciones de los poetas; y que de aquellos polvos líricos, que levantaban las pezuñas de las laníferas ovejas en su cascabelero trotar, vienen estos lodos donde aún en nuestra edad de hierro se ahogan las mujeres, como en su momento denunciara la pastora Marcela.


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