Desde
el monasterio en ruinas a los acantilados de Oia hay una distancia de
apenas medio kilómetro. El sendero está encharcado. En los prados
pastan unas vacas, cerca de la rompiente de las olas. Como llueve a
mares, paramos a ver los efectos del temporal en una cala y salimos corriendo en busca de refugio. Sumando los trayectos de ida y vuelta,
habremos caminado un kilómetro.
Desde
París a Dakar hay 5.206,2 kilómetros, que con un vehículo todoterreno se pueden cubrir en 59
horas. Desde Halifax a Vancouver, el ferrocarril Transcanadiense
recorre más de 6.000 kilómetros de bosques, praderas y montañas
solo en apariencia infinitos. Ignoro la distancia que separa Moscú
de Vladivostok, pero a juzgar por los mapas rusos, no debe de ser
ninguna broma.
¿Por
qué entonces tenemos la impresión de haber dado la vuelta la mundo
cuando, al calor de la estufa, tomamos un café y nos secamos los
huesos en la taberna del pueblo?
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