El desconsuelo de la profesora de Lengua





A una profesora de Lengua le reprocharon que no enseñara análisis sintáctico en sus clases de Secundaria. Lo cierto es que muchos de sus alumnos eran incapaces de poner los acentos ni siquiera en las esdrújulas, sobrevivían con un kit de vocabulario multiuso y hacían las paces o las guerras en dialecto de Piel Roja. Por descontado, antes que pasar el mal trago de hablar en público, preferían memorizar la lista de los verbos irregulares.

Por una vez, no fueron los padres quienes se quejaron de la metodología didáctica, sino los propios estudiantes.

Si alguien les preguntara: ¿Qué habéis aprendido en clase de Lengua?, probablemente responderían: Nada. “Nada” se parece mucho a “de todo un poco”, pues un día leían un relato de misterio, otro estudiaban a un autor clásico, después buscaban los verbos en un mensaje publicitario y más tarde escribían argumentaciones a favor o en contra de las mascotas, y descripciones de sus paisajes favoritos.

Los alumnos no sabían a qué atenerse y la profesora, a pesar de la programación didáctica que debía realizar a principio de curso, tampoco. Unos y otros echaban de menos la solidez de los complementos directos y la sombra protectora de los árboles sintácticos.


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