Lección práctica de prejuicios racistas y lingüísticos





Analicemos en nuestra clase de Gramática una conversación real. Yo mismo fui testigo del episodio, que tuvo lugar en la caja de un supermercado. En el pueblo donde se sitúan los hechos, la comunidad de origen extranjero está compuesta mayoritariamente por inmigrantes marroquíes de primera y segunda generación.


Sucedió así:


Una mujer joven de raza negra va a pagar en la caja. La cajera le indica que tiene que pesar la fruta antes de efectuar el pago.

La mujer negra exclama:

¡Hostias!

Y abandona la fila con gesto de enfado.

Las señoras que esperan en la cola se miran unas a otras sin ocultar su disgusto. Una de ellas exclama:

¡Hay que ver! ¡Qué pronto aprenden español “estos”!



Nosotros nos preguntamos:



  • ¿Por qué la señora Metomentodo supone que la joven negra no es hablante nativa del español? ¿Existe acaso alguna relación entre el color de la piel, la nación y la lengua?

  • Vale, la joven tiene un aspecto exótico. Pongamos que fuese cubana o dominicana: aun así, ¿sería pertinente el comentario de la señora Metomentodo?

  • La mayor parte de las personas que hablan castellano (o español, como dice la señora Metomentodo), ¿son españoles?, ¿son blancos?

  • El nacionalismo lingüístico español presume de lengua de comunicación internacional; y los más mentecatos, de lengua que representa los valores de la paz, la concordia y el entendimiento. Sin embargo, la rapidez con que algunos individuos foráneos aprenden nuestro idioma, ¿es motivo de orgullo o de fastidio para la señora Metomentodo?

  • ¿A quién se refiere el sujeto plural “estos” si la persona que exhibe su destreza en el uso del español coloquial es singular?

  • El pronombre demostrativo “estos”, en vez de “esos” o “aquellos” indica proximidad. ¿Se insinúa, tal vez, una proximidad no deseada?

  • ¿Estos son los negros? ¿Estos son los inmigrantes? ¿Es verdad que todos aprenden español con celeridad y aprovechamiento? ¿Pensará la señora Metomentodo que no solo vienen a quitarnos el trabajo, sino también a ensuciarnos el idioma?

  • El comentario de la señora Metomentodo, ¿hubiera sido el mismo si la protagonista del episodio fuera una joven blanca? O en tal caso, ¿se hubiera limitado a criticar la mala educación de los jóvenes?

  • El comentario de la señora Metomentodo, ¿hubiera sido el mismo si el protagonista del episodio fuera hombre en vez de mujer? ¿Hay, acaso, lenguaje viril sin palabrotas? ¿A quién no resulta simpático un joven rudo que se olvida de pesar la fruta en la frutería y, advertido por la cajera, responde con una bravata tan masculina como inofensiva?




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