Apuntes del Guadarrama, 2



Cuando éramos niños subíamos a buscar casquillos de balas, restos de metralla y chatarra de la guerra a las trincheras del frente de Guadarrama. En una ladera de la montaña estaban los nacionalistas; en otra, los republicanos. Miles de combatientes murieron en las cumbres de Guadarrama. Las personas mayores recuerdan con espanto los horrores de la guerra. Pero antes de la guerra había bandidos y había hombres del saco; y después de la guerra, hubo más guerra. Para las personas mayores el monte nunca representó la paz y la tranquilidad. Nunca fue seguro aventurarse por los caminos de la Sierra. A nadie que temiera ser degollado en los oscuro de una cañada se le ocurriría detenerse a contemplar el paisaje. No existía el paisaje ni la nostalgia de la Naturaleza.







En el pinar de Las Mesas encontré un obús sin explotar. Avisé a las autoridades. El proyectil movilizó a un equipo de guardias civiles. Hacía cerca de medio siglo desde el final de la guerra. En tantos años el inútil artefacto no había matado a nadie. En vez de caer sobre el tejado de una casa para matar a las personas que cenaban, dormían o hacían el amor, había caído en medio del monte. Medio siglo después del fin de las hostilidades, ni siquiera a mí me había causado un rasguño. ¡Qué derroche de esfuerzo bélico: sin destrucción, sin víctimas, sin efectos colaterales!




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