Apuntes del Guadarrama, 4





Mientras el ornitólogo observaba las alondras en el campo, solo se escuchaba el distante rumor de la autopista.



Petrarca subió a la cima del monte Ventoux y escribió sus impresiones sobre el paisaje alpino. Juan Ruiz no pasó de los puertos y collados. No buscaba paisajes, sino los amores de las serranas. De aquel vagabundear por los caminos viene el Libro de Buen Amor y buena parte de la literatura medieval europea.



La modesta Sierra de Guadarrama ha inspirado una gran literatura que para sí quisieran otras más agrestes cordilleras. Pero esta literatura rara vez asciende a la cota de dos mil metros de altura. No hay literatura de los ventisqueros, las cascadas heladas o los páramos nevados. Los poetas desconocían el uso de los crampones y el piolet. Ascender a los dos mil metros de altura exige un esfuerzo físico inconcebible para ciertas sensibilidades líricas. Por eso los poetas ponen el locus amoenus en la ribera frondosa del río. ¿Qué sabían ellos de las cumbres?



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