Apuntes del Guadarrama, 10



No todos los desastres ecológicos son achacables a la capa de ozono. Algunas villas de la Sierra sextuplican la población en verano, que es la estación de las canículas y los cardos borriqueros. Proliferan los jardines y piscinas. El río, apenas un arroyo, divaga exhausto por un paisaje de suburbios al estilo de Hollywood.








Quedan vestigios de las antiguas ventas y el trazado de caminos por los que pasó toda la historia de Castilla. La historia de un pueblo en movimiento que arrea los ganados, comercia y combate, que se embarca a ultramar y que traga saliva antes de atacar las asperezas de la Sierra. Es una historia distinta de la que nos cuentan El Escorial o el palacio de La Granja. Los paisajes no eran iguales para los explotadores y los explotados, la nieve no caía con el mismo rigor en los jardines y en los cerros, la primavera no se repartía a porciones iguales entre los siervos y los señores.



Guadarrama, viejo amigo, ¿eres tú la sierra de los suburbios y descampados de mi infancia madrileña?



Durante una ascensión invernal a Cabeza de Hierro estuve a punto de despeñarme. Las correas de los crampones se soltaron y me quedé rezagado del grupo. Grité para que me esperaran. Estaba realmente asustado. Caerse por una pendiente de nieve helada de más de quinientos metros puede tener consecuencias fatales. Algunos no viven para contarlo. A otros los rescatan en helicóptero, se quedan tetrapléjicos o les amputan los dedos congelados. Yo solo había subido a la montaña para sentirme el protagonista de una aventura... pero de una aventura que acabara en el bar con los amigos.




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