Ha
pasado tanto tiempo desde que se hicieron la carretera nacional y la
autopista de peaje que ya podían haber crecido en sus márgenes
bosques de galería, como en los ríos y caminos antiguos. Quizá así
se paliara el enorme impacto acústico y visual de estas vías de
comunicación sobre el territorio serrano. No se preocupó el Estado
corrupto de plantar árboles. No se preocupó el emprendedor,
innovador y corruptor capital privado de plantar árboles. La
negligencia o el fraude los pagan hoy en día algunos pueblos de la
Sierra, que soportan más ruido de tráfico que el centro de Madrid.
No es lo mismo amar la nieve, es decir, el esquí, la velocidad y la moda, que amar la montaña. No, no es lo mismo.
No
es lo mismo amar los riscos, es decir, la escalada, el riesgo y la
acrobacia, que amar la montaña. No, no es lo mismo.
No
es lo mismo amar los caminos de cabras, es decir, los descensos
vertiginosos en bicicleta, que amar la montaña. No, no es lo mismo.
No
es lo mismo amar a Dios en sus obras más bellas, como los paisajes
alpinos, que amar la montaña. No, no es lo mismo.
En
la ruta del Arcipreste de Hita me encuentro con unos ciclistas de
montaña. Han subido a la Sierra en busca de lugares apartados,
emociones fuertes y aventuras.
También
el Arcipreste de Hita subió a la Sierra en busca de lugares
apartados, emociones fuertes y aventuras, si bien de índole amatoria
más que deportiva.
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