Apuntes del Guadarrama, 8



En el monte de Las Mesas me encuentro con una manada de más de una docena de jabalíes. Cruzan delante de mí, en estampida, sin percatarse de mi presencia. Me oculto y los observo con los prismáticos. Están en la orilla de un arroyo, a unos cincuenta metros de mi posición. Dos rayones se enganchan a las ubres de la madre. Otros hozan en el suelo o se revuelcan en el barro. 

Hoy me siento Félix Rodríguez de la Fuente. Hoy se hace realidad un sueño que muchas personas de mi edad soñamos en la infancia, en aquellos tiempos gloriosos de El hombre y la tierra.








He vuelto a Peña del Oso tras un período de muchos años sin pisar su cumbre. Antes había la figura de un oso o una osa junto al vértice geodésico. Pero ya no está el monumento del oso u osa que yo conocí de joven. Quizá lo hayan derribado las ventiscas. Quizá simplemente lo ha desgastado el tiempo. 

En su lugar hay una osa con su cría. Por lo demás, las mismas pendientes, las mismas pedrizas, el mismo cielo cercano.



Mucho han mejorado las cosas en Peñalara desde aquellos tiempos bárbaros en que cualquiera podía acampar en la orilla de las lagunas glaciares; y sembrar de papel higiénico, plásticos y latas las turberas. Cualquiera podía bañarse en verano o patinar sobre hielo en invierno. Mucho han mejorado las cosas y mucho deberían mejorar aún.






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