Diario de aula, 2





Nora Castro apunta en su diario de aula:

Vamos de visita a las instalaciones de un periódico. Tras mostrarnos las oficinas de redacción y los talleres de la rotativa, la guía saca una fotografía del grupo. Recuerda a los alumnos que próximamente se publicará en las páginas de sociedad. Eso... eso en el caso de que un terrorista suicida, una crisis de gobierno o la remontada histórica de un equipo de fútbol no nos robe el protagonismo de la noticia.

Excursión a lo alto de un monte para estudiar un yacimiento arqueológico. Los alumnos llegan exhaustos. Imposible que atiendan a la explicación sobre la cultura castreña o que contemplen la vista del valle hasta la desembocadura del río en el Océano. En la rampa donde hace dos mil años hubo una muralla defensiva, se sientan y sacan de sus mochilas un despliegue de bocadillos, chucherías y refrescos que bastarían para avituallar a una legión romana. Es quizá un espectáculo lamentable de indolencia y consumismo, que escandalizará a muchos pedagogos, pero que objetivamente supone un grado de civilización superior al de las hordas de la Edad de Hierro... ¿Quién lo duda? Echad a volar vuestra imaginación y ved esta misma muralla, hace dos mil años, sembrada de guerreros agonizantes y de cadáveres mutilados.


El Centro de Salud está enfrente del Instituto y tiene unas plazas de aparcamiento reservadas para las ambulancias de emergencia. Pues bien, hoy he visto a un hombre aparcar en el lugar destinado a las ambulancias, dejar a su hija en la puerta del Instituto e irse a tomar un café tranquilamente en una cafetería desde la que se puede vigilar el coche y acudir a retirarlo con prontitud si aparecen los guardias municipales. Creo que tuve algún rifirrafe con él por unas décimas en la calificación del examen de su hija. Es, en efecto, un padre de armas tomar, a quien indigna la ineptitud de los profesores que no saben educar y motivar a sus alumnos, el inmovilismo de la escuela y la insolencia de los funcionarios públicos.


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