No era un lobo solitario




En Sutherland Springs, Texas, ha habido una matanza. Según las últimas noticias, el asesino entró en la iglesia armado con un fusil de asalto Rueger AR-15 y abrió fuego contra los fieles allí congregados. Hay 26 muertos y 20 heridos, algunos de ellos en estado crítico. El tirador se ensañó con sus víctimas y no dudó en rematarlas a sangre fría. Entre los muertos se cuentan una mujer embarazada de ocho meses y sus tres hijos, un jubilado que leía la Biblia a los presos en las cárceles, ocho miembros de una misma familia y la propia hija del pastor. 


El asesino fue expulsado de las Fuerzas Armadas en 2012 por problemas de violencia doméstica. El Estado de Texas le había denegado el permiso de armas.


Se preguntan lo vecinos de Sutherland Springs que cómo puede haber sucedido una tragedia así en un pueblo tan pacífico como el suyo, donde la gente está acostumbrada a dejar el coche abierto en el aparcamiento del supermercado y nadie roba a nadie. C. Young, un policía retirado de 71 años, echa la culpa al demonio: Satanás, declara a la prensa, está haciendo bien su trabajo.



Sin embargo, el asesino no gritó “Dios es grande” cuando masacraba a los vecinos de Sutherland Springs. ¿Qué les importa a los muertos si el homicida rezaba a Dios o al Diablo? El caso es que los gobiernos del mundo respiran tranquilos: por una vez el Mal no amenaza nuestros modos de vida occidentales. Fuentes policiales confirman que el asesino de Sutherland Springs no era un lobo solitario, era solo un loco, y los servicios de inteligencia rebajan la alerta antiterrorista.


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