Diario de aula, 4





Al menos en mis clases de Literatura −apunta Nora Castro en su diario−, la princesa de la boca de fresa, el pirata y las golondrinas ganan por goleada a la poesía sin rima, que no se entiende. Que a los adolescentes, como al vulgo municipal y espeso detestado por Rubén Darío, les deslumbren los jardines poblados de rosas y de cisnes vagos no ha de escandalizarnos a los historiadores sociales de la Literatura. Se empieza así y se acaba con el hombre que pasa con un pan al hombro de César Vallejo.

En la universidad estudiábamos Trilce y no lo entendíamos. Cuesta entender ciertamente que un archipiélago se desisle, que un piano se espulgue pesadillas insectiles o que rumie una majada. Yo tenía las poesías completas de César Vallejo en un libro cubano. Desde entonces, todos los años, todos los cursos, leemos en clase el poema Masa y le pedimos al cadáver triste que por favor vuelva a la vida.

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