Al
menos en mis clases de Literatura −apunta
Nora Castro en su diario−,
la princesa de la boca de
fresa, el pirata y las golondrinas ganan por goleada a la poesía sin
rima, que no se entiende. Que a
los adolescentes, como al
vulgo municipal y espeso detestado por Rubén Darío, les
deslumbren los jardines
poblados de rosas y de cisnes vagos no ha de escandalizarnos a los
historiadores sociales de la Literatura. Se empieza así y se acaba
con el hombre que pasa con un pan al hombro de César Vallejo.
En
la universidad estudiábamos Trilce
y no lo entendíamos. Cuesta entender ciertamente
que un archipiélago se desisle, que un piano se espulgue pesadillas
insectiles o que rumie una majada. Yo tenía las poesías completas
de César Vallejo en un libro
cubano.
Desde entonces, todos los años, todos los cursos, leemos en clase el
poema Masa y le pedimos al cadáver
triste que por favor
vuelva a la vida.
Comentarios
Publicar un comentario