Nos
salió en un texto la palabra buey. Nadie sabía que un buey
es un toro castrado. La más lista de la clase lo definió como una
vaca muy grande. El segundo más listo de la clase añadió que
también existe el buey marino.
Me
faltó poco para contarles que en mi infancia conocí los carros
tirados por bueyes que bajaban los troncos del monte. Me contuve a
tiempo.
Un
escritor, que había estado exiliado en Cuba durante la dictadura de
Franco, contó en una charla con alumnos de Secundaria que había
conocido allí a un argentino muy famoso, de renombre mundial, tan
popular entre los jóvenes que muchos llevaban su retrato en la
camiseta.
Todos
pensaron que era Maradona y no el guerrillero muerto en Bolivia.
El
castellano es uno de los idiomas más hablados del mundo. Si vais a
México a visitar las pirámides mayas, allí se habla castellano. Si
vais a las playas del Caribe, allí se habla castellano. Si vais a
las montañas, a las selvas o a las ciudades monumentales de Perú,
allí se habla castellano. En Argentina, desde las cataratas del Norte hasta los hielos del fin del mundo, se habla castellano.
Esto
explicaba un profesor de castellano, amigo mío, a sus alumnos de un
barrio obrero, que vivían en Pinto y no habían estado nunca en
Valdemoro.
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